tag:blogger.com,1999:blog-32728738866766519102024-02-08T07:06:41.517+01:00Principito blanco soltero busca"Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra"
(Blas de Otero)Unknownnoreply@blogger.comBlogger62125tag:blogger.com,1999:blog-3272873886676651910.post-24128932058155000962023-10-14T23:34:00.003+02:002023-10-14T23:34:48.731+02:00Un breve desahogo... y nada más.<p> Suele ser como una fina lluvia persistente. Empapa todo
tejido, lentamente, hasta llegar a la piel. Sin embargo, a veces, es como un
torrente que se precipita sobre mí. Un cauce atropellado, vertiginoso, que me envuelve
y me sumerge en ese océano sordo que es la lucidez desprovista de esperanza.
Entonces pienso en Pessoa, en Pizarnik o en el estribillo de alguna de esas canciones
que me recomendaron no escuchar cuando era adolescente. Entonces soy yo
caminando por la sostenida Lisboa, la orilla de un mar hambriento, o recito,
entre labios, «¿quién me ha robado el mes de abril?». ¿Cuándo perdí el mes de
abril? ¿me lo arrebataron? ¿lo dejé caer por ese precipicio por el que tanto me
gustaba asomarme cuando desea que el abismo se asomara a mí? Pero entonces era
tan joven… tal felizmente desgraciado al cubrirme con aquella tristeza de otros
tan bellamente me desnudaban a través de la poesía. Pero sí, Biedma, la vida
iba en serio. Lo sabía sin saber, como se sabe lo que se conoce con la fiereza
desafiante de la juventud romantizada. Y sí, Biedma, la verdad desagradable
asoma, y su rostro me mira con seriedad.</p><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Escribo esto con los ojos cerrados; sin pensar; sin
embellecerlo; sin la espera del eco siempre amable de quienes me quieren. Lo
escribo tal y como emerge de mí. Porque yo, cuando soy originalmente yo, cuando
me libero de la intelectualidad y la ternura con la que siempre procuro dulcificar
mi intimidad, soy ese niño asustado disfrazado de sacapuntas que no podía
soltar la mano de su madre durante el carnaval; ese niño con su chándal de felpa
verde que se columpia en Zumaia mientras mira con deseo el grupo de niños que
juega en el castillito metálico del parque.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal"><span lang="EN-US">Suena Yann
Tiersen («<i>But don't be scared, I found a good job, and I go to work every
day on my old bicycle you loved</i>») mientras escribo esto. </span>Ayla duerme
cerca de mí. El cigarro me marea levemente. El móvil anuncia que me buscan. Nunca
he dudado de que soy bien querido por personas hermosas. Nunca me ha faltado un
abrazo cuando lo he necesitado. Pero la lluvia no cesa, y no hay químico que detenga,
ni por un momento, su humedad irredenta. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Poco a poco, como a latidos, voy retornando la entereza a
través de estas letras que sigo escribiendo a ciegas. Pronto volverá la sonrisa;
acariciaré a Ayla; cenaré algo; y seguiré con este nuevo libro que cuenta la
historia de… Voy a dejar que se desvanezca esta recurrente descarga de lucidez
que ha surgido del silencio y la soledad. <span lang="EN-US">Mientras tanto, sigue sonando Tiersen («<i>Monochrome flat, monochrome
life, only abscence near me, nothing but silence around me</i>»). </span>Será
una noche larga hasta que el ácido gamma aminobutírico llegue a los puertos
habituales de mi cerebro. Voy a leer un rato. Está bien por esta noche.<o:p></o:p></p>Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-3272873886676651910.post-80897585314945619382023-08-06T19:27:00.003+02:002023-08-06T21:16:02.684+02:00Nos ha costado querernos, la verdad.<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiWZYn3Y_JNFKNdFn6p7airjUkPPyFw92xf5K3tPdjhzZsuE1lCDbDf55jVdNhR9I_NgmQBXVn-BK7pq2uvH4_vTyIxHtJS70GOCE39Xfu-ebXH3Qzk5X-JaeNT2s-iQ1Ty_bCJX1pQaZcrwnJ_gxQnrxImC7McTy2mDOqecEd7W9YNmHpS-tu8D05grZFG/s4032/Blog.heic" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4032" data-original-width="3024" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiWZYn3Y_JNFKNdFn6p7airjUkPPyFw92xf5K3tPdjhzZsuE1lCDbDf55jVdNhR9I_NgmQBXVn-BK7pq2uvH4_vTyIxHtJS70GOCE39Xfu-ebXH3Qzk5X-JaeNT2s-iQ1Ty_bCJX1pQaZcrwnJ_gxQnrxImC7McTy2mDOqecEd7W9YNmHpS-tu8D05grZFG/w300-h400/Blog.heic" width="300" /></a></div><p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Calibri Light", sans-serif; line-height: 24px; margin: 0cm 0cm 6pt;">Su cuerpo romo se desliza suavemente por las sábanas tempestuosas y todavía algo húmedas. Exhausto y embellecido por el esfuerzo del placer, penetra en el sueño con la ingravidez de una llama languida. Aprovecho para admirar detenidamente su piel cúprica, terrosa y café, de la que brotan mínimas lágrimas de sudor con reflejos bromados. Me acerco y la acaricio ante la indefensión de su inconsciencia. El calor que de él emana me alcanza incluso a cierta distancia, evocando en mi memoria sensorial el recuerdo infantil de la leche tibia y el vientre tembloroso de las primeras caricias en la adolescencia. Así, dedico su descanso a escudriñar la topografía viva de su cuerpo, imprimiendo en mis labios el mapa de su desnudez. Velo su sueño con una mezcla de temor y la fascinación, como el vigía de la fortaleza frente al inconmensurable desierto de los tártaros.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Calibri Light", sans-serif; line-height: 24px; margin: 0cm 0cm 6pt;">Nació muy lejos, allende el océano, donde la tierra y la piel de quienes la habitan se confunde. Hijo de la pobreza y la selva, ambas prendieron en él la atracción hipnótica de los elementos primigenios. Su carácter indómito, inescrutable y orgulloso, fue el precipitado natural de la combinación entre el valor y la inteligencia. Por eso arrancó a la desesperanza y la indolencia la exigencia de dignidad, dejando la protección humilde, pero incondicional, de su familia. ¿Cómo iba a imaginar que su selva nativa, con sus peligros y soledades, no sería sino un pálido reflejo de aquella otra, la urbana, a la que acudiría en busca de libertad? Dejó la miseria de su país, para ir a otro ligeramente menos miserable —como si ciertas miserias permitieran graduaciones—. Y para ese país, y para todos lo que vendrían después, pasó a ser un migrante más cuyo valor lo determinaría el mercado, y no el que es inherente a la elemental condición humana. <o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Calibri Light", sans-serif; line-height: 24px; margin: 0cm 0cm 6pt;">Entonces, sus ojos azabaches se abren súbitamente, iluminándose con el reflejo de un recuerdo recién recobrado. Sonríe como suele hacerlo en esas situaciones; como si la sonrisa acudiese a sus labios por vez primera y apenas pudiera dominar su expresión. Acerca su rostro a escasos centímetros del mío y me coge de las manos —siempre hace esto cuando requiere mi atención absoluta—. Acaba de acordarse de lo afortunado que se sintió cuando alguien le enseñó que podría conseguir algo de comida si se dejaba besar y manosear por algún cocinero en las trastiendas de algunos bares. Brillaban sus ojos como si estuvieran observando, todavía, aquella porción de comida que había conseguido por tan poco... ¡Ese día no tendría que reunirla de entre los restos de los contenedores de basura! Durante unos segundos puedo observar esa felicidad animal en él, la alegría desbocada y pura, limpia y sencilla que es privativa de la infancia, la locura y la senilidad. ¡Se sentía tan afortunado...!<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Calibri Light", sans-serif; line-height: 24px; margin: 0cm 0cm 6pt;">Y yo quiero llorar a gritos; quiero abrazarle hasta cubrirlo por completo; quiero pedirle perdón por todos aquellos miserables que ensucian y embrutecen la existencia propia y la ajena. Pero sonrío con él, y me esfuerzo por darle toda la ternura que soy capaz de reunir más allá de mi angustia y desazón —como me enseñó a hacer mi madre—. Siento un dolor desconocido penetrando hasta las raíces de mis convicciones más elementales, esas que cimentan la manera en que comprendemos y explicamos el mundo y nuestra propia existencia. Y es que uno «conoce» ciertas miserias, pero no las «comprende» en su integridad hasta que no ha sido preso de alguna de ellas. Por ello, no puedo evitar sentir oleadas de pudor cuando me cuenta la felicidad que sintió al poder comprar, por primera vez, algo mullido que interponer entre los cartones y su cuerpo.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Calibri Light", sans-serif; line-height: 24px; margin: 0cm 0cm 6pt;">«<i>Nunca permitiré que nadie pretenda humillarme por algo que me permitió salir de la pobreza más absoluta</i>» —me advierte con su fiereza habitual. No es a mí a quien desafía, claro, sabe que esos juicios me resultan ajenos y, en todo caso, consecuencia de la ignorancia del privilegiado. Y es que, si hubiera diferentes tipos de dignidad, él alcanzaría el mayor grado en alguno de ellas. <o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Calibri Light", sans-serif; line-height: 24px; margin: 0cm 0cm 6pt;">Nos ha costado querernos, la verdad. Alguien como él no puede permitirse la vulnerabilidad de exponer la intimidad última, aquella que dota del calor suficiente al alma para superar los momentos de mayor angustia, cuando la vida descerraja las últimas puertas que nos protegen del abismo.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Calibri Light", sans-serif; line-height: 24px; margin: 0cm 0cm 6pt;">Podría seguir describiendo cómo despiertas lentamente, y cómo la primera sonrisa que me dedicas es siempre pícara, desafiante y burlona. Pero prefiero besarte, y finalizar con unos versos de Antonio Vega escritos para ti.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Calibri Light", sans-serif; line-height: 24px; margin: 0cm 0cm 6pt 35.4pt;"><i>[...] Donde las haya, tenaz, mujer de cartas boca arriba<br />Siempre dispuesta a entregar, antes que sus armas, su vida.<o:p></o:p></i></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "Calibri Light", sans-serif; line-height: 24px; margin: 0cm 0cm 6pt 35.4pt;"><i>Mujer hecha de algodón, de seda, de hierro puro<br />Quisiera que mi mano fuera<br />La mano que talló tu pecho blando de material tan duro [...]<o:p></o:p></i></p>Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-3272873886676651910.post-89562659119642847652023-06-01T00:41:00.002+02:002023-06-01T10:07:52.702+02:00«¿Puedo hacer algo?» Mi Momo rifeño<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjVR45GJO1zmFGXFXwroWeAhGN3r14d-wNUHwp9MwAiCJ9flxXUEsZ4tj3Vb5s47bV_hEYgri_8HyJil4CdtIAqnygLgTWrB98XzGvzb8WMd2fsxrQsrM7nbIirjRXqFFXAbD90EHNX4STtq6toQRV_fUYOep_e1LXa5untHMxbb5p5mdH9Zi7GzpuLZg/s1000/A1GUNgur6+L._AC_UF1000,1000_QL80_.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1000" data-original-width="650" height="257" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjVR45GJO1zmFGXFXwroWeAhGN3r14d-wNUHwp9MwAiCJ9flxXUEsZ4tj3Vb5s47bV_hEYgri_8HyJil4CdtIAqnygLgTWrB98XzGvzb8WMd2fsxrQsrM7nbIirjRXqFFXAbD90EHNX4STtq6toQRV_fUYOep_e1LXa5untHMxbb5p5mdH9Zi7GzpuLZg/w167-h257/A1GUNgur6+L._AC_UF1000,1000_QL80_.jpg" width="167" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal">«¿<i>Puedo hacer algo?</i>». Trémula, su voz me alcanza con
la delicadeza de las aves. «<i>¿Qué necesitas?</i>». Su ansia por protegerme
empapa el espacio entre nosotros, pero respeta la distancia que preciso en esos
momentos de vulnerabilidad. Sostiene su mirada durante mi retirada, y se limita
a esperar que vuelva de ese lugar al que no puede acompañarme. Espera en
silencio apenas un poco más allá del horizonte de sucesos por el que me
precipito. La prudencia y la ternura con la que se ofrece como descanso a una
angustia que desborda su comprensión no ha dejado nunca de conmoverme.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">La pequeña Momo —el personaje creado por Michael Ende— tenía
el don maravilloso de saber escuchar a las personas. Su sola presencia era
suficiente para que cualquier persona, incluso uno de los «hombres grises», terminara
por sentirse bien consigo misma; como si facilitase la convergencia de lo
disperso a un estado de satisfacción y plenitud a través de su silencio. Efectivamente,
Momo apenas decía una palabra, ni hacía elaboradas y lúcidas apreciaciones, ni
desvelaba las verdades atávicas que laten en toda contradicción humana. Momo
habitaba el silencio del mero estar con su «viejo abrigo y su gran corazón». <o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">Sevilla me ha dado algunas cosas, pero también me ha
arrebatado otras. Supongo que, en unos años y con algo de distancia emocional,
podré hacer un juicio sereno sobre esa relación de coste y beneficios—asumiendo
que la vida no se mide por cálculos lógicos y precisos—. Entre lo que me ha
dejado, e intuyo que de manera permanente, destaca mi particular Momo. Nunca
podré agradecer lo suficiente a Sevilla este precioso regalo. Ciertas
vivencias, ciertas personas, no solo nos acompañan una parte de la vida, sino
que pasan a ser, en sí mismas, parte nuclear de la propia vida. <o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">«<i>¿Estarás bien?</i>» —me pregunta sin decidirse a cruzar
el umbral de la puerta. Desde mi cuarto, mientras escribo estas palabras en el
ordenador, le respondo que sí, que lo estaré, que disfrute su cita. Volverá más
tarde a casa, y traerá consigo su calma, su alegría sencilla y la belleza de
ciertas costumbres árabes que todavía conserva. Me dirá «<i>Bsaha</i>», si
estoy cenando; «<i>Hamdulilah</i>», le responderé seriamente —y su risa discreta,
siempre contenida, crepitará hasta extinguirse fugazmente—.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">Estaré bien, Ílies, estaré bien. Ya sea bien o mal, estaré
cuando vuelvas para recibirte. A nosotros ya solo nos podrá separar el paso del
tiempo. Volverás y estaré esperando, como tú me esperas a mí. Debatiremos el
siguiente libro a leer, te adormecerás al poco de comenzar alguna de las
películas de <i>Filmin </i>que elija para que veamos, harás algo en mi lugar
que te pida por puro capricho —no deja de fascinarme que esté dispuesto a
evitarme alguna tarea enojosa con el simple hecho de pedírselo—, o me recostaré
en tu regazo abandonándome a una infancia que solo me he permitido con unas
pocas personas.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">«<i>¿Puedo hacer algo?</i>» —me volverás a decir la próxima
vez que esta latente angustia decida emerger súbitamente. Tu voz de hogar, como
siempre, atravesará la violenta batalla que brota con su violenta regularidad,
y llegará, insuficiente —pero luminosa—, a ese niño agotado de luchar contra el
miedo y la desesperanza. «<i>¿Qué necesitas?</i>» —me preguntarás una vez más.
Pues bien, necesitaré que, cuando escampe esa cotidiana tormenta que va
deshilachando la escasa esperanza, cuando emerja de la noche herido y
vulnerable, esté esperándome el hogar incondicional de tu amistad.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal">
</p><p class="MsoNormal">No, no todo ha sido naufragar en Sevilla. Alguien me espera al volver a casa, al volver de mí. Y creo que nos esperaremos siempre.<o:p></o:p></p>Unknownnoreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-3272873886676651910.post-4386443372922259662023-04-16T22:23:00.003+02:002023-04-17T16:23:04.098+02:00Las intermitencias del pensamiento<p><br /></p><p>Hay tres técnicas narrativas principales: el monólogo
interior, como Albert Camus en <i>El
extranjero</i>; el soliloquio, como vemos en la preciosa <i>Cinco horas con
Mario</i>, de Miguel Delibes; y el flujo de consciencia, técnica que
—magistralmente, a mi juicio— podemos hallar en <i>La vida perra de Juanita
Narboni</i>, de Ángel Vázquez. Luego, en ensayos, es frecuente el monólogo
reflexivo, que implica un proceso de revisión y pulido que lo aleja de la
naturalidad. Creo que en mi blog predomina este último, aunque incluye algunos
fragmentos de monólogo interior. Sin embargo, tengo particular predilección por
el flujo de consciencia, aunque no emplee este técnica con frecuencia. Me gusta
porque el pensamiento, lejos del orden y la coherencia que presuponemos, va desmadejando
hilos que se bifurcan, extinguen y superponen, como un sistema vascular insustancial
que irriga recuerdos y sentidos imprecisos. Sí, considero que el desorden refleja
mejor la complejidad del pensamiento humano que la ilusión tranquilizadora —por
predecible— de la estructura lógica.</p><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Con frecuencia, conceptualizamos el pensamiento como un
discurso interno sujeto a las mismas leyes que la comunicación humana; es decir,
una secuencia de significados ordenados de manera inteligible para otras
personas. Pero ello no es más que la manera a través de la que expresamos o
transmitimos una parte del pensamiento; no es el pensamiento sino una fracción
de este. Elaborar un discurso comprensible al entendimiento humano, implica
obviar toda una nebulosa de emociones, sensaciones e imágenes que concurren con
aquellos que otros hemos seleccionado para dar coherencia al pensamiento. La
paradoja del lenguaje humano es que permite expresarnos, a costa de empobrecer
la experiencia interna.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Sin embargo, hay personas con una habilidad excepcional para
integrar en un único significado coherente, amplias porciones de caos. Estas
personas son capaces, a través de las múltiples expresiones del arte humano, de
trascender los límites habituales de la lucidez humana. Por ello, cuando
contemplamos algunas de sus obras más sublimes, quedamos conmovidas al
reconocer significados que nuestros pensamientos nunca pudieron alcanzar.
Supongo que tomamos conciencia de nuestra condición humana al sabernos parte,
aunque remotamente, del «fruto del cerebro humano» —como escribió Violeta
Parra—. Me parece que esto le sucedió a mi madre cuando la encontré frente a la
<i>La Pietà</i> de Michelangelo Buonarroti, paralizada, conmovida, incapaz de
contener las lágrimas. Por mi parte, sentí algo similar por primera vez, el día
que leí el siguiente fragmento de <i>En busca del tiempo perdido</i>, de Marcel
Proust:<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">«<i>A simétricos intervalos, en medio de la inimitable ornamentación
de su follaje, inconfundible con el de ningún otro árbol frutal, abrían los
manzanos sus largos pétalos de satén blanco, o dejaban colgar los tímidos
ramitos de sus capullos encarnados. Por allí, por el lado de Méséglise, es
donde observé por vez primera esa sombra redonda que dan los manzanos en tierra
soleada y esas sedas de oro que el sol poniente teje oblicuamente bajo las hojas del
árbol, y cuya continuidad veía yo a mi padre romper con su bastón, pero sin
desviar nunca sus hilos</i>».<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">La genialidad de Proust se manifiesta en este fragmento de
texto capturando un cúmulo de detalles y matices a partir de un hecho cotidiano,
y creando una imagen enriquecida que permite trascender los límites de la
percepción humana. La belleza emerge de la condición humana, proyectándose en
cada expresión de la existencia. Quizás este grado de lucidez sea propio de
hombres y mujeres de excepcional sensibilidad, pero no es privativo para el resto
de personas. De hecho, tengo el convencimiento de que, con práctica, puede estimularse
su desarrollo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">La lucidez se nutre, en mi opinión, de las contradicciones
humanas, las dudas, los miedos, las aspiraciones, la incertidumbre y los
cambios vitales, entre otros; es decir, de los procesos cognitivos y
emocionales que son inherentes a naturaleza humana. Difícilmente se podrá comprender
el comportamiento humano si no se es consciente de que el pensamiento solo es
un elemento más en la vorágine del mundo interior de las personas. Pero, para desarrollar
esta conciencia, debemos aprender de quienes, como Proust o como Michelangelo, pudieron
acercarse al alma humana a través del arte —paroxismo de la lucidez—.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal"><o:p>_____________ </o:p></p><p class="MsoNormal">(<i>Ahora pienso en vosotras, alumnas y alumnos, que esperáis la
corrección de vuestros trabajos. Disculpad mi insistencia por la lectura, mis
contradicciones, mis frecuentes errores y reflexiones, pero, realmente, tomo muy
en serio mi labor docente. Por ello creo que mostraros mi humanidad, sin privaros
jamás de la más mínima confusión e incertidumbre, es la manera más honesta y
leal de enseñaros lo poco que puedo aportaros en el fascinante proceso de
formaros como psicólogas y psicólogos.</i>)</p><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p>Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3272873886676651910.post-30675983208152572382023-02-11T18:55:00.001+01:002023-02-12T14:07:20.507+01:00El amor en los tiempos de Tinder<p style="text-align: left;">Con toda la delicadeza de la que pude hacer acopio tras unas
semanas de esperar su mensaje, le hablé de cómo su falta de cuidado me había
dañado, y de cómo había unos mínimos que había que respetar para trasladar la
voluntad de crear ciertos vínculos; incluso, los de amistad. Aunque conmigo no fueran
ya a crearse esos vínculos —le escribía—, podría establecerlos con otras
personas, si era más considerado con los sentimientos de la otra persona. «Bienvenido
al siglo XXI», me escribió como pronta respuesta a las razones que le había
expuesto por las que ya no estaba interesado en seguir conociéndole. La
nebulosa de justificaciones que vertió no hizo más que evidenciar el
desconcierto que le había causado el hecho de que yo no estuviese dispuesto a
aceptar el marco conceptual de relaciones afectivo-sexuales que normativizaba
su actitud. No negaré que sentí pena, pero hay caminos que no estoy dispuesto a
volver a transitar.</p><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Unas semanas antes, sentados en un banco del antiguo cauce
de el Turia mientras Ayla correteaba a nuestro alrededor, Cristian y yo
mirábamos el suelo irregular del pipicán. «Cada vez es más difícil que estemos
dispuestos a quitarnos el caparazón, que nos abramos a la posibilidad de
conocer a alguien —me dijo, apesadumbrado, tras el largo silencio—, porque,
luego, es un fiasco más, y nos sentimos vulnerables y ridículos». ¡Cuántas
veces me consoló ante la misma herida! La natural alegría de la condición
homosexual esconde, tras la aparente fortaleza del tantas veces humillado, una
soledad atávica y persistente. Recordé, entonces, los versos de Gil de Biedma:<o:p></o:p></p>
«<i>De tus
regresos guardo una impresión confusa</i><br /><i>de pánico,
de pena y descontento,</i><br /><i>y la
desesperanza</i><br /><i>y la
impaciencia y el resentimiento</i><br /><i>de volver a
sufrir, otra vez más,</i><br /><i>la
humillación imperdonable</i><div><i>de la
excesiva intimidad</i>»
<p class="MsoNormal">La libertad individual sobre el afecto y la sexualidad es
una de las conquistas más importantes de la Edad Contemporánea en Occidente en
materia de derechos humanos y sociales. Pero eso ha supuesto cambios en el
paradigma de las relaciones interpersonales; y todo cambio implica beneficios y
costes. Anthony Giddens fue uno de los primeros sociólogos en sugerir que la
modernidad emocional genera en las personas una «incertidumbre ontológica» que
los sume —nos sume— en una ansiedad permanente. Antes de que Jean-Jacques
Rousseau escribiera su obra «Julia, o la nueva Eloísa» sentando las bases de lo
que se conocería como la «propiedad del sí», la Iglesia y la Ley protegían y
aseguraban unos procesos y normas respecto a las relaciones afectivo-sexuales.
Aunque nos parezca paradójico —incluso, terrible—, la falta de libertad
generaba certidumbre; había clases sociales, normas y procedimientos que eran
conocidos y trascendían al individuo. Toda práctica afectiva-sexual no
normativa era severamente castigada; bien en nombre de Dios, bien en nombre de la
ley. El cortejo era poco más que la exposición de las condiciones materiales que
quedaban aseguradas si se acordaba el matrimonio; y es que era un contrato
entre familias, en la que ambas partes conocían las condiciones de antemano. La
sexualidad, entonces, tenía como objeto la descendencia; y esta, a su vez, la
transmisión de patrimonio y acumulación de riqueza.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Afortunadamente, esto ya es historia… o no. El 90% de los
matrimonios en India son concertados. Al margen del matrimonio infantil —recusable,
en cualquier caso—, los estudios sobre satisfacción marital en el matrimonio
concertado entre adultos arrojan resultados sorprendentes. En un estudio publicado
en 2008 por el equipo de Jayamala Madathil en la revista científica <i>The
Familiy Journal</i>, hallaron que la satisfacción manifestada por las parejas
de matrimonios concertados era significativamente superior a la de matrimonios
basados en la libre elección. Esto, evidentemente, debe ser interpretado con
precaución y asumiendo muchos matices culturales, pero no deja de resultar desconcertante.
Puede que la libertad individual en las relaciones afectivas tenga más aristas
de las que preveíamos, o quizás no hayamos reflexionado lo suficiente respecto
a sus consecuencias en una sociedad sumergida en una lógica de economía de
mercado.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Y es que amar es un arte que requiere aprendizaje,
sacrificio, respeto, responsabilidad y paciencia, tal como defendía Erich Fromm
en su libro «El arte de amar». ¿Estamos dispuestos/as a renunciar a una parte
de nuestra libertad siendo conscientes de la fragilidad de las relaciones
actuales, la abundancia —aparente— de posibilidades que permiten las aplicaciones
de contactos, y la primacía de la sexualización como valor esencial del atractivo?
En el mundo gay, desde luego que no. Las personas más interesantes y lúcidas
que conozco están solteras. Solteras y dañadas. La sucesión de fracasos
afectivos, la volatilidad del compromiso y la deshumanización de los procesos de
«cortejo» nos está destrozando como comunidad. El sexo casual y sin compromiso que, en un
momento de persecución a la comunidad gay, fue una expresión casi subversiva
ante un marco opresivo heteronormativo, se ha impuesto como práctica
predeterminada que antecede, incluso, al propio conocimiento del otro como
persona. La socióloga Eva Illouz escribe: «<i>La afinidad electiva entre el
deseo casual y el consumo se volvió evidente con la tecnología de internet, que
aceleró y agudizó la organización de los encuentros sexuales bajo la lógica del
mercado y convirtió los encuentros en una mercancía que se adquiere y se
descarta, de manera especialmente manifiesta en la amplia gama de sitios y
aplicaciones disponibles a través de internet, tales como Tinder</i>» (p. 96,
«El fin del amor»). La desaparición súbita, sin mediar explicación alguna, de
la persona con la que se ha tenido cierto grado de intimidad —el conocido como
«<i>ghosting</i>»— implica una violencia emocional que, por frecuente o por
sobreentendido, no deja de ser brutal; solo superado por la aceptación de que
cualquier respuesta ante ello,
que no sea la digna resignación,
sea un acto inapropiado o «fuera de lugar». La comprensión no exime del daño; la
libertad tampoco de la responsabilidad afectiva.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Aprendí a liberar la pálida risa de la que, con tanto celo, me
privaba. Aprendí a atrapar —por unos escasos segundos, claro— sus ojos verdes
con los míos, mientras huían nerviosamente entre detalles siempre lejanos; se
sabía vulnerable entre las fracturas de su inteligencia. De otro aprendí que ciertos
besos son un hogar en el que descansar, y a ellos volvía cuando la ansiedad me
embargaba. También recuerdo aquel cuya mirada era fiera, como fieros son los
vientos de su tierra, y su cuerpo frío, como frío era el silencio que cubría una
infancia inmerecida. De todo aquello, qué quedó sino silencio. Ya lo escribió
Jorge Manrique hace 500 años: <o:p></o:p></p>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-align: left;"><i>«¿Qué le fueron sino lloros?<br /></i><i>¿Qué fueron sino pesares<br /></i><i>al dejar?»</i></div>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0cm;">Manuel nunca leerá esto. Tampoco lo hará Gabriel, ni Roberto, ni otras personas que me dañaron de alguna manera. Sé que yo herí
a otras, incluso evitando reproducir marcos y prácticas que nunca acepté, y
vuelven a mi memoria cuando me fragilizo. Sé que es una batalla perdida, pero siempre
hallé una extraña dignidad en persistir ciertas derrotas. </p><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3272873886676651910.post-78615839935906253212022-12-19T15:16:00.003+01:002022-12-20T00:06:07.089+01:00Ocho años después... y una ausencia absoluta<h2 style="text-align: center;"><br /></h2><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgV2H16qgBqkNkVp1SirxOBce3z_76Sj2MX4y3MTY1Rfh6a-3rLtzBVlJyJeadDDLcbEixCT25DgON7_r8LHlv50Y4oGnMrDA7WtB0Vk_m1e1AIUcUpEwjD8KPLSGg88DzUxsphn2wFbNdy3ixau573-IvQXd06rgo65UMwxi_M1pB6c9_WQeg_ojTz7A/s2304/PENTAX%20Optio%20S73845.JPG" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1728" data-original-width="2304" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgV2H16qgBqkNkVp1SirxOBce3z_76Sj2MX4y3MTY1Rfh6a-3rLtzBVlJyJeadDDLcbEixCT25DgON7_r8LHlv50Y4oGnMrDA7WtB0Vk_m1e1AIUcUpEwjD8KPLSGg88DzUxsphn2wFbNdy3ixau573-IvQXd06rgo65UMwxi_M1pB6c9_WQeg_ojTz7A/s320/PENTAX%20Optio%20S73845.JPG" width="320" /></a></div><br /><p></p><p style="font-family: "Helvetica Neue"; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-align: justify;">Han pasado tantos años desde la última vez que escribí una entrada al blog… no puedo evitar sentir cierto vértigo al asomarme, aunque sea de soslayo, a estos últimos años. Oscar Wilde escribió que «<i>a veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante</i>». Pero no, ese vértigo no sobreviene por haber vivido una sucesión de acontecimientos trepidantes que apenas pueda resumir. De hecho, mi vida es bastante plana y, de alguna manera, serena. Cada cierto tiempo, como es natural, algún suceso modula el pulso de lo cotidiano, pero, generalmente, una arritmia temporal no deja más que algunos trazos de memoria que no trascienden el anecdotario de lo trivial. Sin embargo, cada cierto tiempo, un acontecimiento altera el orden y la naturaleza de la vida, imprimiendo su influencia, aunque sea infinitesimalmente, en cada una de las decisiones que restarán de la vida. Supongo que a esos momentos es a lo que hacía referencia Oscar Wilde.</p><p style="font-family: "Helvetica Neue"; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; min-height: 12px; text-align: justify;"><br /></p><p style="font-family: "Helvetica Neue"; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-align: justify;">En cualquier caso, el rigor cronológico nunca fue una exigencia de este blog; en realidad, tampoco lo es para mi memoria. Durante este lapso, he sido amado y —quizás— yo mismo amé. Cambié de profesión; cambié de ciudad; cambié de aspiraciones vitales; cambié de ciudad; y volví a cambiar nuevamente de ciudad. Entraron algunas personas a mi vida y otras salieron. Y en ese intervalo, murió una de las personas que más he querido, quiero y querré. Me gusta quedarme con los versos de Jaime Gil de Biedma: «q<i>ue la vida iba en serio, uno empieza a comprenderlo más tarde</i>».</p><p style="font-family: "Helvetica Neue"; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; min-height: 12px; text-align: justify;"><br /></p><p style="font-family: "Helvetica Neue"; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-align: justify;">Murió mi amigo, y una parte de mi vida se disoció. Me resulta demasiado complejo explicar lo que sentí, lo que pensé, lo que sufrí; me parece algo inabarcable, condenado a la insuficiencia.</p><p style="font-family: "Helvetica Neue"; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; min-height: 12px; text-align: justify;"><br /></p><p style="font-family: "Helvetica Neue"; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-align: justify;">Así, la ira del dolor primitivo, la necesidad de conocer hasta el más mínimo detalle, la sed de una justicia difusa que reparta el dolor insoportable, fueron agotándose con el paso del tiempo, y demudando lentamente en un dolor sordo y sereno, en una quietud ingrávida de vida. Llegó, en fin, esa nueva soledad que había sido desconocida para mí y que, a partir de entonces, me acompañaría hasta el momento que escribo este texto —y sí, sobre este texto se derrama parte de esa soledad, como este texto penetra en esa misma soledad—. Era la soledad despojada de todo romanticismo, era esa soledad permanente e insaciable que no priva de la sonrisa ni de la alegría, pero que tampoco termina por desprenderse. Esa soledad que produce la pérdida de una de esas personas que dejan una impronta indeleble en nuestras vidas, y cuya imagen se vuelve intemporal.</p><p style="font-family: "Helvetica Neue"; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; min-height: 12px; text-align: justify;"><br /></p><p style="font-family: "Helvetica Neue"; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-align: justify;">Él solía decirme que todo lo explicaba la dinámica de fluidos, su propia especialidad en ingeniería. Me intentaba explicar que no existía el vacío y que, por lo tanto, no estábamos separados aunque estuviéramos físicamente lejos. Esto se debía a que el aire, el agua y los sólidos no eran más que fluidos de diferente naturaleza que, en permanente contacto, impedían el vacío. Por eso, concluía, nunca estaríamos separados el uno del otro. Por otro lado, y de manera más sencilla, mi madre siempre me ha dicho que del centro del pecho de una madre parte un hilo invisible e ilimitado, mágico e irrompible, que se extiende hasta el infinito —si fuera preciso— hasta llegar al pecho de cada uno de sus hijos e hijas; así, me decía, ella siempre estaba unida a mí aunque no estuviésemos en un mismo lugar simultáneamente. Creo que mi madre desconocía que ese imaginario simbólico tan hermoso que había creado para calmar mi inagotable angustia, comparte esencia con la creencia del «<i>cordón rojo del destino</i>», propia de ciertas mitologías de Asia oriental. Nunca dejará de conmoverme la ternura de mi madre y su deliciosa habilidad para embellecer los miedos primigenios que, por otra parte y sin intención, contribuyó a que prendiesen en mí; esos miedos esenciales a la pérdida persisten hoy con sus intermitencias.</p><p style="font-family: "Helvetica Neue"; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; min-height: 12px; text-align: justify;"><br /></p><p style="font-family: "Helvetica Neue"; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-align: justify;">Pero él ya no está para ofrecerme uno de sus abrazos gigantes que tantas veces rechacé por el orgullo estúpido de la vulnerabilidad. Dejó <i>su</i> vida, sí, pero no dejó de vivir, pues habita en la memoria de cada una de las personas que le quisimos. Y es que el recuerdo lentifica el paso del tiempo, lo hace denso y, si persiste lo suficiente, llega a cristalizar. Entonces, ese recuerdo ya mineralizado, formará parte de las constelaciones que ocupan la memoria profunda. No pasa un día sin que contemple, aunque sea por un instante, ese firmamento íntimo. Finalmente, y si muero con todos los sentidos humanos conservados, espero exhalar los últimos hálitos de lucidez sumergido en la noche constelada de la memoria, donde titilen los recuerdos últimos de todas aquellas personas amadas que me acompañaron en vida.</p><p style="font-family: "Helvetica Neue"; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-align: justify;"><br /></p><p style="font-family: "Helvetica Neue"; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-align: justify;"><br /></p><p style="font-family: "Helvetica Neue"; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-align: justify;"><br /></p><p style="font-family: "Helvetica Neue"; font-stretch: normal; line-height: normal; margin: 0px; text-align: justify;">(<i>Hay algo bello en el hecho de terminar este texto justo en la ciudad donde le conocí, en la ciudad donde vivimos juntos, en la única ciudad en la que, realmente —ahora lo sé—, me he sentido plenamente feliz. Rafa fue parte indisociable, elemental, de cualquier felicidad que pude vivir en Valencia</i>)</p><div><br /></div>Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3272873886676651910.post-36889102014778878712015-08-14T14:29:00.003+02:002015-08-14T14:29:34.314+02:00Carlos duerme. Amanece.<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjgG3aBBbDX6sYe7mzv5LQ166Sk2KDEgB2zZVhEBHkDE9dtEoy5vhRPkMleD8702Yz7x3GFKs8YNwJkkdA_3BWLaAXV_Jq1868SjIe-HvAgxgyv7WgcIF-eWm8C387DFIcc2aCmTDREs-3X/s1600/Carlos+muy+guapo.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="298" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjgG3aBBbDX6sYe7mzv5LQ166Sk2KDEgB2zZVhEBHkDE9dtEoy5vhRPkMleD8702Yz7x3GFKs8YNwJkkdA_3BWLaAXV_Jq1868SjIe-HvAgxgyv7WgcIF-eWm8C387DFIcc2aCmTDREs-3X/s400/Carlos+muy+guapo.JPG" width="400" /></a></div>
<br />
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Carlos duerme abrazado a la
almohada. Me incorporo con cuidado y salgo de la tienda. El silencio de la cala
me envuelve inmediatamente sumergiéndome en ese limbo de claroscuros donde el
tiempo se eleva y se derrama, indeciso, por el alba. El mar, con su latido de
olas, se expande y se retira, batiendo los guijarros con una incesante cadencia
de arpegios minerales (no puedo evitar pensar, al verle tras la malla de la
tienda, que su cuerpo lo mece un mar escondido que sólo durante el sueño
muestra sus mareas).</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Los montes se descubren sucesivamente
desnudándose de neblina, vistiéndose de matices (ora las siluetas de sus
árboles inclinados hacia el mar, ora sus acantilados inflamándose de volúmenes).
Y una línea confusa va quebrando, entre temblores, el óleo lechoso, grumoso, de
las últimas estrellas y las primeras aves marinas.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
(Se estremece de súbito, plisa la
frente y abraza con más fuerza la almohada. Quizás fue un sueño helado en el
paladar, una imagen inesperada… ¿quién sabe? Pero parece fugaz porque la calma
vuelve a su rostro como si nunca la hubiera abandonado).</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
La cala va habitándose de
sonrisas somnolientas. Las tiendas de campaña vierten los primeros cuerpos (algunos
de ellos caen directamente al mar). Las últimas estrellas prenden los hornillos
en los que reposan cafeteras y tostadas. Un joven de apariencia anglosajona va
ofreciendo infusiones y algunas galletas. Llega la primera lancha con algunos
visitantes (llegar caminando supone un importante esfuerzo durante una hora,
más o menos). Carlos sigue durmiendo. Se levantará más tarde y pescará un pulpo
para mí (aunque cantará su gesta como un juglar por toda la playa… mi amor no sacia
su sed de reconocimiento).</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<o:p></o:p></div>
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3272873886676651910.post-39215303069833293412015-07-12T18:24:00.001+02:002015-07-13T21:00:27.777+02:00La lucidez...<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhh5L31N_AJeVcq3dwyssKxN67mpxQsyj5AQkS-i0nk8ofsgMO3-hnzb-a-X_ZN7DQztXzZ-9KqLpeKdFV7GX2BWX_x0fuw9Rd8hyphenhyphen3-eN2aksOaR0wOuUFTn5cXqPj_-GP3T3Iu5haqb6jA/s1600/Sin+t%25C3%25ADtulo-2.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="227" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhh5L31N_AJeVcq3dwyssKxN67mpxQsyj5AQkS-i0nk8ofsgMO3-hnzb-a-X_ZN7DQztXzZ-9KqLpeKdFV7GX2BWX_x0fuw9Rd8hyphenhyphen3-eN2aksOaR0wOuUFTn5cXqPj_-GP3T3Iu5haqb6jA/s400/Sin+t%25C3%25ADtulo-2.jpg" width="400" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“<i>La lucidez es un don
y es un castigo. (...) La lucidez es dolor y el único placer que uno puede
conocer, lo único que se parecerá remotamente a la alegría será el placer de
ser consciente de la propia lucidez. El silencio de la comprensión, el silencio
del mero estar. En esto se van los años</i>”</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: right;">
(A. Pizarnik).<o:p></o:p></div>
<div style="text-align: justify;">
<i><br /></i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i><br /></i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Me resulta difícil escribir una primera entrada al blog
después de varios años de silencio. Lo intenté muchas veces pero siempre
terminaba desistiendo. Parecen tan lejanas las imágenes que vinculo a las otras
entradas… a aquella primera entrada...<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Cierro los ojos y dejo que el recuerdo se derrame como resina de una memoria caprichosa, presidio translúcido y desarbolado de imágenes y sensaciones. Sí, soy yo, una habitación interior en la calle Misser Mascó, la noche ya
expandida, suena una música suave y yo escribo. La cama, a mi espalda,
revuelve las sábanas cubriendo parcialmente su secreto, un cuerpo exhausto que tirita
todavía el temblor de la reciente tempestad. Le miro largamente, como siempre
hacía mientras dormía. Pero no, no es eso lo que quiero recordar… No es el
propósito de esta entrada, y no deseo que la melancolía o la nostalgia empapen
estas primeras palabras. <o:p></o:p></div>
<div style="text-align: justify;">
<i><br /></i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
¿Cuántos años han pasado desde entonces? Escribo “años”, y
la gravedad de su significado cae como un grito vertical sobre mi conciencia. Los
años ya no son esas monturas frescas e invisibles que se deshacían imperceptiblemente
ante mi ansia. “<i>Dejar huella quería/ y marcharme entre aplausos/ -envejecer, morir,
eran tan sólo/ las dimensiones del teatro./ Pero ha pasado el tiempo/ y la
verdad desagradable asoma:/ </i><i>envejecer, morir,/ es
el único argumento de la obra.</i>” escribía un angustiado Gil de Biedma ante
el paso irrefrenable del tiempo. Pero no, tampoco de esto quería hablar.
Disculpad que me disperse así, hace tanto que no escribía...</div>
<div class="MsoNormal">
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Quería hablar de la "lucidez", es decir de la claridad de la conciencia, la
certeza del ser como una realidad finita, y la insaciable sed por trascender
que de ello se desprende. La búsqueda irrenunciable de significado, la innecesaria
pero abrumadora duda relativa a la razón de la propia existencia, la misma que
ha atravesado civilizaciones, desnuda de conocimiento pero cubierta de idiomas,
se expresa permanentemente bisoña en cada despertar de la conciencia. Escribió
Ortega y Gasset que “<i>vivir es
constantemente decidir lo que vamos a ser</i>”. Y eso, precisamente, considero que es la lucidez. Que la vida acaba al suceder de los años es una
obviedad tan brutal como yerma. La lucidez no es sólo la toma de conciencia de
esta limitación vital, sino también el instrumento con el cual podemos embellecer
(quizás dignificar) la propia existencia.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
La respuesta teológica a esta incertidumbre es,
probablemente, la más sencilla de todas.
Si pudiera desprenderme de una parte de la lucidez y entregarla a la fe, a la verdad
incuestionable, lo haría sin dudar. El irreductible escepticismo (que algunos
consideran combustible necesario de la inteligencia) me ha privado de esa tregua, ese descanso a la lógica, que es el acto volitivo de creer incuestionable una verdad. No seré yo quien condene esa opción. Sólo hay algo que valoro en los
humanos en igual grado que el amor o la inocencia, y es el miedo. Porque la
tristeza es la pérdida de lo previo, el miedo es la conciencia de la irreversibilidad.
No voy a juzgar la idoneidad del miedo pues mi lucidez abandonó la soberbia de supeditar lo racional a lo irracional. Desconozco la mayor
parte de las leyes que subyacen a las emociones, pero sí sé que la lógica es un
epifenómeno que sólo enturbia en una lengua diferente, y cada vez valoro más la contradicción como
uno de los tesoros más hermosos de la pureza humana. Comprendo y admiro a quien se entrega a la religión como estación final de ese
proceso intelectual, pero sé que yo no alcanzaría la calma en ese lugar.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Visualizo la vida como un enorme lienzo confuso, desordenado,
trazado por decisiones y emociones que se superponen y se mezclan. Quizás
(probablemente) sea un caos, un errar constante, pero pertenece ineludiblemente al autor y eso lo hace hermoso y terrible simultáneamente. No podemos huir de la
lucidez pero podemos
elegir no ser esclavos de ella.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Escribió Dostoievsky que “<i>el secreto de la existencia humana está no sólo en vivir, sino en saber
para qué se vive</i>”. Pero ese conocimiento no puede ser la conclusión de un complejo
debate filosófico o teológico, porque creo que la función de la vida no puede definirse en un axioma, ni en el secreto que un buen Dios susurre al oído
de los virtuosos. No, la función de la vida es la respuesta a la pregunta lúcida
de quien se cuestiona cómo quiere gobernar su propia vida. Yo elijo evitar la
mediocridad, la vulgaridad, pero también elijo perdonarme cuando caiga en ella.
Quiero aprender, pues ampliar mi conocimiento me satisface; quiero leer y
escribir, porque el que lee vive muchas vidas y el que escribe aumenta la
conciencia de la propia; quiero ser honesto conmigo mismo y leal a mis amigos,
pues así creo que se debe vivir. Y si al acabar mis días concluyo que nada de esto
conseguí, que en todo fracasé, espero sentir al menos la satisfacción de que, a pesar de todo, lo intenté.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Gracias por leerme.</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<div style="text-align: justify;">
PD: Alejandra Pizarnik, como la también poetisa argentina
Alfonsina Storni, decidió terminar con su vida.<i> </i>Quizás la lucidez fue demasiado intensa para ambas...<i>“sabe dios qué angustia te acompañó, qué dolores viejos calló tu voz”.</i><o:p></o:p></div>
</div>
Unknownnoreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-3272873886676651910.post-34212750278613157782011-07-27T17:30:00.000+02:002011-07-27T17:30:23.607+02:00clausuro temporalmente el blogSaludos a todas las personas que leéis el blog, o que sencillamente echáis un ojo a él de vez en cuando. Gracias por haberlo hecho, espero haber conseguido tocarnos de alguna manera. Aunque tenía abandonado el blog, he pensado que voy a formalizarlo clausurándolo temporalmente. Probablemente lo retome cuando me traslade definitivamente a Barcelona, en Septiembre.<div><br />
</div><div>Me hubiese gustado escribir algo a Alicante, porque de verdad que se lo merece. Llegué sin conocer a nadie, y me voy dejando a tres maravillosas personas. Me encantaría hablaros de Manu, de Víctor y de Ricardo (y del paso efímero de Chris en mí). Pero no me siento ahora mismo con fuerzas. Además, estoy terminando la obra de teatro, por fin, y desde el punto de vista creativo no doy más.</div><div><br />
</div><div>Sí, indudablemente hay muchas cosas que contar, pero llegará el momento en que lo pueda hacer serenamente.</div><div><br />
</div><div>Por ahora me despido de Alicante con mucho cariño, y bastante agradecimiento.</div><div><br />
</div><div>Gracias y hasta pronto.</div><div>Javitxu</div>Unknownnoreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-3272873886676651910.post-30594593080126364472011-04-20T01:11:00.004+02:002011-04-20T01:25:27.512+02:00De humores y olas<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjd49hpQAU3s5YQk_IxBMVuQlChx06c20WEypgKYXU0CMv4EGOGhPcQakdOmIzFtf9NMQDwihyphenhyphengeZuxE5NPhkWCNuP_uAKIhiUuDgT9EGIsfBuerrUnOUXlzBOzgStwbqb9C6RsSvyTu484/s1600/IMAG0318.jpg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px; height: 240px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjd49hpQAU3s5YQk_IxBMVuQlChx06c20WEypgKYXU0CMv4EGOGhPcQakdOmIzFtf9NMQDwihyphenhyphengeZuxE5NPhkWCNuP_uAKIhiUuDgT9EGIsfBuerrUnOUXlzBOzgStwbqb9C6RsSvyTu484/s400/IMAG0318.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5597438652049269554" /></a><br /><div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span"><u><br /></u></span></div><div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span"><u><br /></u></span></div><div style="text-align: left;"><p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:normal"><span class="Apple-style-span" ></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span class="Apple-style-span" ></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span class="Apple-style-span"><span >Creo recordar que fue en París donde José me dijo un día que yo pertenecía a ese tipo de personas cuya vida interior es tan densa que apenas pueden dedicar tiempo a atender a la exterior. En cualquier otro lugar, o con cualquier otra persona, quizás podría confundirse con un halago (y parecer presuntuoso por mi parte escribirlo aquí). Pero en aquel verano del año 2001, sentados en los aledaños del Sacre Coeur del Montmartre, no fue en absoluto un halago. Fue una cruda realidad que todavía hoy se mantiene.<o:p></o:p></span></span></p><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" > </span><p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span ><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span >Creo que ya no existe un término apropiado para ese tipo de naturaleza humana. Ahora, con la perversión de la psicología, todo se ha patologizado hasta travestir lo que toda la vida fueron inclinaciones del alma con confusas etiquetas diagnósticas. Como si definir la realidad con una precisión dialéctica nos permitiera dominarla (triste error permanente del conocimiento humano). Bueno, la cuestión es que a ese tipo de personas –entre las que, según José, me encontraría yo- se les decía que tenía un “humor melancólico”. Para los que no conozcan qué es eso del “humor”, les diré que desde la antigüedad occidental se creía que el cuerpo humano poseía cuatro tipos de humores en forma de líquidos –colérico, melancólico, sanguíneo y flemático- y que dependiendo de la cantidad de cada uno de ellos, así sería la naturaleza de esa persona. Eran las que poseían un mayor humor melancólico (es decir, “bilis negra”), las que tendían a la tristeza, la nostalgia y, bueno, en general a las neurosis. Eran personas reflexivas, introvertidas y, sobre todo, angustiadas existencialmente. Entre ellos, estarían muchos artistas, poetas y escritores. Y desde luego, los románticos del siglo XIX que tanto ardor tenían por morir amando sin ser correspondidos.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span ><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span >Pues creo que yo pertenecería a esta condición del alma. Por esta razón, me impresionó tanto el párrafo de Nietzsche (no sé si lo he puesto en alguna entrada anterior del blog) que dice: “<i><span>Muchas veces me he preguntado si es que yo me siento más obligado a experimentar los años más duros que el resto de las personas... no es que yo, indescriptiblemente, le debo más a ella que lo que le debo a mi salud. Le debo una salud superior. Y también le debo mi filosofía. Sólo ese dolor es el que fuerza a los filósofos a descender finalmente a nuestras profundidades y abandonar toda nuestra confianza. Dudo que este dolor nos haga mejores, pero yo sé que nos puede hacer más profundos”. </span></i><span>“Nos pueda hacer más profundos…” Puede que así sea, pero personalmente creo que no nos hace mejores. Quizás sí a los ojos de otros; de aquellos que sólo se asoman a la ventana de nuestro alma sabiendo que pueden cerrar la ventana cuando quieran (por eso nunca me abandona esa incómoda sensación de atracción). Lo que no suelen entender es que nunca es primavera permanentemente, y que a veces una chimenea, por muy hermosa y grande que parezca, no es suficiente para calentar un frío intenso.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span ><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span class="Apple-style-span" ><span>Pero no todo es malo, desde luego. No pretende ser esta entrada un nuevo lamento. De hecho, ya señalé en la anterior entrada mis intenciones de portarme bien por una vez. Bueno, como decía, no todo es malo. Así, como bien señala Thomas Mann (otro con humor melancólico): “</span><i><span>Las observaciones y vivencias del solitario taciturno son, a la vez, más borrosas y penetrantes que las del hombre sociable, y sus pensamientos, más graves, extraños y nunca exentos de cierto halo de tristeza. Ciertas imágenes e impresiones de las que sería fácil desprenderse con una mirada, una sonrisa o un intercambio de opiniones, le preocupan más de lo debido, adquieren profundidad e importancia en su silencio y devienen vivencia, aventura y sentimiento. La soledad hace madurar lo original, lo audaz e inquietantemente bello, el poema. Pero también engendra lo erróneo, desproporcionado, absurdo e ilícito. [...]”.</span></i><span> Efectivamente, todo tiende al equilibrio universal. <o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span ><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span >¡Ay, que ya estoy llegando al final de la entrada y todavía no he escrito lo que originalmente quería decir! En fin, que creo que José acertaba con su comentario, y que generalmente paso demasiado tiempo dentro de mí. Confuso, rabioso, frustrado, ilusionado (de esto me queda poco), cansado… Pero dentro de mí. A veces me asomo fuera, y parece que la tormenta es todavía peor, así que retorno a mi fragua íntima. Sin embargo, en otras ocasiones, algo de fuera acude a mí y me arrastra. Entonces entro en contacto con una paz fascinante, un bienestar desconocido en mi interior, que me aleja de mí y me llevo a un sitio mejor. Durante esos minutos, porque por lo general no excede ese tiempo, soy un animal, un ser sin conciencia, una parte más del todo que nos envuelve. Si algo me conduce directamente a ese lugar, es el mar. Desconozco la razón, pero nada es capaz de llevarme con tanta fuerza a esa intimidad serena y placentera, como el mar. Sobre todo el oleaje contra las rocas. ¡Las horas de mi vida que habré pasado sonriendo a los espigones…!<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span ><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span >Por eso el otro día en Campello, tras tomar un chocolate y leer un ratico en la chocolatería de Víctor, me acerqué a unas rocas que penetraban unos metros en el mar, y dejé que el fuerte oleaje, me salpicara un poco (me gusta pensar que es como una caricia del mar). Me acordé entonces de aquel párrafo de “el color prohibido”, en el que Yukio Mishima escribe: “<i>Sin embargo, el ancho y ondulante mar, ahora próximo a él de una manera desacostumbrada, aliviaba a Shunsuké. Las rápidas olas se abrían paso entre las rocas, rompían y le mojaban, le penetraban y parecían teñir de azul su interior… y entonces se retiraban</i>”.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span ><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span><span class="Apple-style-span" >La vida, entonces, merece ser vivida. </span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif; "><o:p></o:p></span></span></p></span><p></p><p></p></div>Unknownnoreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-3272873886676651910.post-15714727489337533682011-03-30T23:00:00.002+02:002011-03-31T09:31:02.631+02:00Días extraños.<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEis__9R34o8Sy2HoUT1roV26vkEpcm9PFT8SN1q6Zfmh_Tl4IgK3D47TX9E6tUOSeJTUXOslHQsdPDTE6YrDiEHpwq2pqr1SAV4N5nxrRB1Jr8yi7glhyphenhyphenW_Mjy8fgCyqGxiC7Mxf56htRAo/s1600/El_sue%25C3%25B1o_de_la_raz%25C3%25B3n_produce_monstruos.jpg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 210px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEis__9R34o8Sy2HoUT1roV26vkEpcm9PFT8SN1q6Zfmh_Tl4IgK3D47TX9E6tUOSeJTUXOslHQsdPDTE6YrDiEHpwq2pqr1SAV4N5nxrRB1Jr8yi7glhyphenhyphenW_Mjy8fgCyqGxiC7Mxf56htRAo/s320/El_sue%25C3%25B1o_de_la_raz%25C3%25B3n_produce_monstruos.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5589982455522669826" /></a><br /><div><br /></div><div><p class="MsoNormal" style="text-align:justify">Días extraños. Días de silencio. Hace un mes que no escribo, y algo menos que apenas puedo leer. Llevo arrastrando desde hace unas tres semanas los diarios de 1956 de Gil de Biedma. Pero no consigo concentrarme. Casi no duermo y, cuando lo hago, no descanso. Son días extraños, días que dejan a su paso una asfixiante sensación de ruina, una vaga percepción de pérdida. Aunque trabajo, lo hago sin pasión (oscura antesala de una agonía más o menos certera). Últimamente, cuando entra un paciente al despacho y me cuenta sus preocupaciones, sólo siento deseo de permanecer en silencio frente a él, o ella, dejando que el tiempo pase como una fina lluvia (otras veces, me pregunto qué coño hago yo en ese lado de la mesa). En fin, no sé, creo que aspiro a vivir la vida como eso, como una fina lluvia que ni empapa ni cesa. Un largo suceder de días sobre un camino tranquilo.<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p> </o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p><br /></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify">(<i>La infusión no me calma. El cigarro no me encuentra</i>)<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p> </o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p><br /></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify">“<i style="mso-bidi-font-style: normal">Yo no sé vivir</i>”. Sus palabras sencillas y curvas, sin adornos, sin excesos, se adelantan con prisa al silencio que las va a cubrir. Solo palabras unidas, desnudas y dibujadas, que juntas cantan un lamento humano. Un lamento exiguo, fastidiado y apenado, que se ha desprendido (quizás ya derramado) de su cansancio (de nuestro cansancio). Pero es tan puro, tan limpio, que no parece haber sido pronunciado en lenguaje sonoro, el que hace vibrar el aire hasta llegarnos, sino por aquel lenguaje, mucho más íntimo y complejo, que es con el que nos hablan los recuerdos ya lejanos y los sueños.<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p> </o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p><br /></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify">José es mi hermano (¿por qué decimos “es mi hermano” cuando queremos indicar un amor superior a la amistad? No queremos tanto a nuestros hermanos hasta que nos damos cuenta de que los amigos están condicionados a la voluntad, y eso no ocurre hasta muy avanzada edad). Bueno, ya me entendéis. Digo que es mi hermano porque le quiero mucho, pero también porque me une algo a él que va más allá del afecto. Nos une este desconcierto por la vida, esta inadaptabilidad incómoda. Por eso, cuando leí en los diarios de Gil de Biedma el siguiente texto pensé en él (e inevitablemente en mí): “<i style="mso-bidi-font-style:normal">Treinta y cuatro años, inteligentísimo, poco dinero, pocas posibilidades establecidas de progreso. Conoce los entresijos de la vida práctica con una extrema lucidez, y al mismo tiempo es radicalmente inapto para la vida práctica. Una de esas personas –yo me tengo por otra- que con los mismos defectos pero con menos cualidades, hubiera funcionado mucho mejor</i>”. ¿No te parece, mi José, que con sólo nuestros defectos seríamos más felices, que todo habría sido más fácil? (y algunas personas nos consideran especiales porque no saben qué nos dice el silencio cuando callamos). Sin embargo, tú eres más real que yo, y te envidio por ello. Tú eres la parte irresponsable y valiente que perdí en la batalla.</p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p> </o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p><br /></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify">(<i>Vuelve, Javi, a donde cada vez te cuesta más regresar. ¡Maldita patria lejana que no puedo abandonar! Sólo necesito dormir un poco, y todo parecerá menos sórdido mañana</i>)<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p> </o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p><br /></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify">Víctor se divierte conmigo, como un niño que abre cajitas bonitas que le hacen reír (siempre he sido un buen juguete nuevo). Creo que para él soy un agua fresca de la que bebe con dedicación. Yo también disfruto mucho con él. Me encanta ver cómo la vida antecede a su conciencia. Envidio tanto ese vivir sereno que le permite la naturalidad… Es más sabio de lo que necesita y menos necio de lo que debiera. Parece que tiene prisa por crecer, o que quizás ha nacido ya viejo (como la tía Tula de Unamuno). Me toma en serio a pesar de todo, y cree que soy mejor de lo que realmente soy. Creo que si tuviera el piano que tanto desea, le cantaría “<a href="http://www.youtube.com/watch?v=iDtO88QyKMM&feature=related">perfect day</a>” de Lou Reed, porque así son los días con él.<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p> </o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p><br /></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify">(<i>Esta noche casi ha pasado. Esta noche me voy a acostar pronto, voy a leer y a dormir. No voy a pensar que Cristian se va a Lisboa, ni que no estoy donde debiera con Rafa… No, voy a intentar, sencillamente, descansar. Os prometo que la próxima entrada no será tan aburrida. Puede que hasta escriba algo alegre. A Laura le prometí que el primer cuento alegre se lo escribiría a ella, pero de aquello hace nueve años y creo que ya ni espera. A ver si la próxima vez cumplo. Un besico.</i>)<o:p></o:p></p></div>Unknownnoreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-3272873886676651910.post-89168529786859414692011-02-24T01:06:00.003+01:002011-02-24T01:36:24.444+01:00Laodomía en mis temores.<p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><br /></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify">Cuenta Apolodoro que entre los mejores héroes helenos se encontraba Protesilao, y que éste fue el primero que puso pie en tierra troyana, muriendo a manos de Héctor tras <span style="mso-spacerun:yes"> </span>matar a numerosos enemigos. Su esposa, Laodamía, le amaba tanto que, cuando se enteró de su muerte, mandó esculpir una estatua a semejanza de su amado esposo, llegando a tener relaciones sexuales con ella. Aquel amor conmovió tanto a los dioses que Hermes decidió hacer volver a Protesilao del Hades y permitir que Laodomía lo disfrutara durante unas horas. Pero cuando hubo acabado el tiempo prestado, y Protesilao tuvo que volver al Hades, Laodomía, comprendiendo que sólo había sido una concesión temporal de los dioses, no pudo soportar el dolor y se quitó la vida.<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify">La leyenda de Laodomía me conmovió desde el primer momento en que la leí. Creo que nada me ha acercado más a la condición humana que la mitología griega. Y es que ésta refleja lo que somos los humanos, sin precisiones ni dogmas, sólo pura y absoluta contradicción, pasión, absurdo y sueño. Por ello los dioses, como reflejos humanos, no eran infalibles y erraban como nosotros lo hacemos cotidianamente. Sus errores tenían, en numerosas ocasiones, consecuencias trágicas para los humanos. ¿En qué me he equivocado? -Se lamentaría Hermes-. ¿Cómo mi regalo, el retorno imposible que sólo Orfeo, Odiseo y Heracles completaron, ha tenido un final tan terrible? ¿No era acaso su retorno lo que tanto deseaba Laodomía? <o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify">Mi vida es todavía corta, apenas llego a la treintena de años, pero algo ya he aprendido de ella. Entre esas pocas cosa que ya intuyo, es que nuestra voluntad es sólo una vela en el mar. Cuando era más jovencico, pensaba que todo lo podía, y que lo que no podía era porque no importaba. Así que creía que los sentimientos estaban bajo mi dominio (sí, había leído que eso no era así, ¿pero qué iban a saber todas aquellas personas que no eran yo mismo?), y que podía manejarlos con la destreza con que los describía. Pero lo cierto es que no. Los sentimientos son como las mareas que fluyen bajo el casco de nuestra propia vida. A veces navegamos sobre ellas, otras nos dejamos llevar y, en otras ocasiones, estamos a su entera merced y no hay vela ni timón que las doblegue. Sin duda, entre ellas, el amor es una de las más fuertes. Una vez que se ha surcado con el viento a favor, pocos viajes se pueden comparar con aquel. Y quizás yo tenga el defecto de recordar mis viajes más hermosos con demasiada persistencia, pero lo cierto es que es así. Luego, cuando el camino se ha terminado (y siempre hablo de mí mismo), no hay una barrera, sino una continuación incierta, difusa y que, como las sendas de los montes, siempre se puede seguir si prestamos la suficiente atención. <o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify">Dejar de caminar algunas sendas no es sencillo. Requiere tiempo convencerse de que aunque el camino era hermoso no era el que nos llevaría a donde teníamos que ir. A veces ese camino se rompe abruptamente, como le pasó a Laodomía, y seguimos caminado con los ojos cerrados esperando que al abrirlos vuelva a dibujarse la senda a nuestros pies. Pero en ese circular boscoso, la soledad y la duda nublan la conciencia y despiertan el recuerdo, y despiertan la nostalgia. Ceder o no ceder es entonces una cuestión meramente humana. <o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify">Laodomía necesitaba la estatua de su marido para transitar el dolor de su ausencia. Quizás su amor era tan intenso que la locura (a ojos de los demás) era el único vínculo que le unía a la vida. Quizás llegaría el día en que la estatua sólo le evocase una felicidad íntima y silenciosa. Aquel era su camino, aquel había escogido ella. Pero los dioses no comprendieron que todo era una misma senda, así que le devolvieron el pasado para arrebatárselo después. Imagino el dolor que sintió para besar la estatua fría sabiendo que el calor no volvería a sus labios. Lo que no puedo imaginar es el dolor que sentiría cuando después de comprender la piedra como paso al aire, le devolvieron la piel para negársela por segunda vez. <o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify">Quizás yo necesite estatuas aunque vosotros, mis amigos, las lamentéis. Quizás mis caminos sean más largos, quizás mis dudas siempre más presentes, pero a veces me pregunto si no es así como tiene que ser conmigo, y si parte de mi belleza (lo que vosotros consideráis así) proviene de ese afán por recordar los viejos caminos y contároslos nuevamente. Si no, puede que nazca de pisar las viejas sendas, y las que todavía laten profundamente bajo mis pies. Recordad que no fue eso lo que mató a Laodamía, sino lo que vino después. <o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify">¿Aprenderé esta vez definitivamente de lo que le pasó a Laodomía?<o:p></o:p></p>Unknownnoreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-3272873886676651910.post-23389594284304732972011-01-26T01:50:00.006+01:002011-01-26T02:04:11.704+01:00Las caracolas perdidas<div style="text-align: center;"><span class="Apple-style-span" ><u><br /></u></span></div><div style="text-align: center;"><span class="Apple-style-span" ><u><br /></u></span></div><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj1pXUmIHHmvTNmHE2hIIr5dnX-1O55Zw76DPrDKH1WepR2WJZGzxl93h0oV4pkJhczI5nhgFTA8VXzlxMbOc0yB7UlXL5HUAGRN8pY46fjHIA2ZTkh1LBp_lLusv6UBs3Ovf5qZfmu8Pd0/s1600/11170113.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px; height: 125px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj1pXUmIHHmvTNmHE2hIIr5dnX-1O55Zw76DPrDKH1WepR2WJZGzxl93h0oV4pkJhczI5nhgFTA8VXzlxMbOc0yB7UlXL5HUAGRN8pY46fjHIA2ZTkh1LBp_lLusv6UBs3Ovf5qZfmu8Pd0/s400/11170113.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5566293325741533970" /></a><div style="text-align: left;"><br /></div><br /><div><br /><span class="Apple-style-span" ><span class="Apple-style-span" style="line-height: 24px;"><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;line-height: normal; ">Necesito agotarte, consumirte, derrotarte. Necesito que te desesperes en el intento, necesito tu frustración, tu vencimiento, tu fracaso. Necesito que me odies, que llores de rabia y decidas tirar la toalla. Que te lamentes hasta el tuétano de tus errores, de desafiar a la naturaleza, de imponer tu voluntad a la razón. Necesito ver tu sangre esparcida por el suelo, tu rostro empapado de tierra y barro. Necesito que de tu boca entreabierta emane un caudal denso de vencejos oscuros volando de ira. Que rasgues mis dibujos, rompas los ceniceros de barro que nunca supe hacer bien, y pisotees todo lo que he hecho por ti. Dame rabia porque sabré que es amor, dame violencia porque sabré que es hogar, dame desprecio porque lo doraré y me cubriré con él sabiendo que la tejieron tus esperanzas.<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;line-height: normal; "><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;line-height: normal; ">Estoy harto de la ciencia, harto de la razón, de la cita, de la historia, de la sonrisa perfecta y la mirada comprensiva. Estoy harto de ser sin ser, de conocer sin saber. Harto de tanto mineral, de tanta lógica, de tanta lucha política. Que ardan todos mis poemas por una sola de tus iras, que se borren todos los recuerdos que un día me hicieron sonreír, que se consuma todo en un segundo. Todo, a cambio de un pedazo de tu vida, uno que te arranques y me ofrezcas gritándome “toma, es tuyo, te pertenece más que nunca”. Coge tu corazón herido en la mano y dame un pedazo sano.<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;line-height: normal; "><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;line-height: normal; ">No reclames lo que dejaste morir, porque lo que crees amar no es más que un resto desesperado, artificial, apenas sobrevivido, de lo que un día llevaba un pijama verde y buscaba caracolas entre los riscos de Itzurun. ¿Por qué las tiré al mar de la infancia dejando que la marea baja las alejara con esa tristeza fría de los acantilados? ¿Cómo esperar la más hermosa de las rosas sin desear sus espinas? ¿Y qué pasa cuando la rosa ennegrece sus pétalos y cae deshojada? ¿Acaso hay belleza que no sea efímera? No le pidas comprensión por ser ya sólo tallo y espinas. Que mejor muere el animal en libertad que vive el cautivo.<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;line-height: normal; "><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;line-height: normal; ">Ahora cada felicitación es una bofetada íntima, cada logro un retroceso, cada conquista una derrota más en esa guerra brutal y necesaria que nunca deseé y en el que soy el soldado fiel y acecho permanente. No escuches mis palabras porque miento más de lo que entiendo, y escondo más de lo que conozco. No mires mis gestos, ni mis actos, no los midas con tus esperanzas sino con mis carencias, mis fronteras y mis ausencias. Que no soy ni tan bueno, ni tan sabio, ni tan equilibrado. Soy un agua turbia que ni siquiera esconde ya los misteriosos secretos que otros desean. Soy piñata usada, restos de fiesta, un traje elegante y orgulloso que esconde la desnudez más íntima.<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;line-height: normal; "><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;line-height: normal; ">Estoy cansado, terriblemente cansado. Quiero leer y no buscar mis dudas en las palabras de otros, no alcanzar la conciencia en los versos de un poeta. Quiero vivir, vivir, vivir. <span style="mso-spacerun:yes"> </span>Vivir como un ave en libertad, como un líquido en el mar, una brizna en la tormenta. ¿Cuántos silencios necesitas para escuchar mis gritos? ¿Cuántas sonrisas para ver mis lágrimas? ¿Cuántos amigos amados para ver mi soledad? ¿Qué más tengo que escribir, que decir, que mostrar, que sangrar, para que comprendas que sólo es tu mano sincera lo que necesito? ¿Qué más cadenas he de romper para que veas mi prisión fortalecida a cada paso? No soy yo quien me liberará de cautiverio, y sólo yo puedo hacerlo. No me importa morir si encuentro una razón para hacerlo.<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;line-height: normal; "><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;line-height: normal; ">Necesito que cierres mis ojos con un beso, que me leas un cuento al dormir. Necesito tantos cuentos… Y que me arropes, que me digas que no me va a pasar nada. Que me digas que un día alguien me querrá sin más, sin cláusulas, sin esfuerzos. Que el amor no es un negocio, ni es un pacto, ni un reto que alcanzar. Ni por supuesto, y esto es lo más importante, algo que me deba ganar con mi esfuerzo. Dime que el amor no se describe, no se compone, no se alcanza en cuerpos yermos y fríos como troncos desvencijados. <o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;line-height: normal; "><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;line-height: normal; ">Y nunca pasa nada, ni nada es ya realmente importante porque el pasado nunca se quedó ahí. El camino deja herida en la retina. Y cansa. Es entonces cuando la noche, la soledad, sube la marea y me devuelve las caracolas vacias y quebradas. Por eso necesito que agotes hasta tus últimas fuerzas y que cuando yo desee mi muerte, cuando te observe avergonzado, cuando sienta que soy la última trinchera de tu derrota, entonces te levantes de tu agotamiento, de tu tristeza, de tu amargura, y vengas a mí, me cojas la mano, y me digas “estoy contigo, a tu lado, duerme tranquilo que yo protegeré tus sueños”.<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;line-height: normal; "><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;line-height: normal; ">Entonces no tendré caracolas, ni tendré columpios, ni puede que desaparezca el cinismo cruel que apenas comienzo a dominar. Seguramente nada cambie, y el miedo siga campando con fiereza en mis dominios agotados, pero por lo menos dormiré tranquilo una noche. Puede ser, y digo sólo que puede ser, que esta vez no llore con mi corona de papel cuando salga al escenario. Déjame ver que después de todo, te levantas por mí, sólo por mí, y que lo harías aunque mi cuerpo ya no albergara vida, aunque hubiera fracasado absolutamente en la vida. Necesito saber, saber muy dentro, que a pesar de todo lo harías por mí.<o:p></o:p></p></span></span></div>Unknownnoreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-3272873886676651910.post-43407852556632820762011-01-04T02:03:00.002+01:002011-01-04T02:07:20.160+01:00Para ti.<p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><br /></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span class="Apple-tab-span" style="white-space:pre"> </span>“Cada vez me cuesta más encontrar un sentido a la vida”. Rafa mira a la plaza con los ojos abrasados, quebrados, mientras rinde sus palabras derrotadas contra el mármol pálido y salpicado de la Fuente del Turia. Cuando Rafa crepita la tristeza nunca pasa mucho tiempo en su bramido, y uno parece observar cómo un ave se aleja tras un descanso volátil y frágil como su vuelo. Me cuesta ver a Rafa así porque para mí él es acogimiento, calor, descanso… hogar. Quizás él sea lo más cercano a un hogar que he sentido nunca. Y me siento aturdido, asustado, como un niño que ve llorar a su padre por primera vez. Apoyo mi cabeza en su hombro y cierro mi silencio sobre él. Nada de lo que le pueda decir será nuevo entre nosotros, creo que ya nos hemos dicho todo lo importante, y ahora sólo queda ese silencio cómplice, como columnas de aire que sostienen el tiempo ya imperecedero entre dos amigos. Me gustaría tanto poder acoger tu dolor con la misma firmeza, el mismo calor, la misma delicadeza, con el que tú acoges el mío… entonces me acuerdo de esa canción de Aute que dice: “<i style="mso-bidi-font-style:normal">hoy daría lo que fuera porque mi mano y mi mente sean capaces de sentir lo que una escribe, y escribir lo que otra siente</i>”. Pero sólo puedo estar a tu lado en silencio. Entonces querría ser cuento de Miguel Hernández, y que alguien me leyera para calmar tu daño.<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p> </o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p><br /></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span class="Apple-tab-span" style="white-space:pre"> </span>Pero la plaza no se inmuta por nosotros. Los niños corren y caen tras las palomas, las parejas comparten helados, unos chicos tocan una guitarra en sus escalones, otros venden cervezas como si lanzasen palabras aterradas que alivian en un suspiro. No, nada se inmuta, y nada cesa. El Miguelete mira a lo lejos asomando su espalda de piedra atrayendo mi mirada que no sabe dónde posarse, cansada de tanto suelo atronador. Una campanada llega hasta nosotros y se abre como una flor que ardiese en las conversaciones de la gente. En ese instante pienso que tus lágrimas serán las mías, como eran tuyas las mías, y que el tiempo nos conduce a todos por los mismos senderos, que las emociones humanas son limitadas y todos pasamos por ellas, que las razones se alcanzan y se construyen, y casi todos las poseemos en algún momento, pero por mucho que nos alivien un tiempo, al final se harán insuficientes y, finalmente, innecesarias. Y que lo único que finalmente permanece es, paradójicamente, lo efímero de nosotros, y lo hermoso que es reconocerlo y compartirlo.<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p> </o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p><br /></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span class="Apple-tab-span" style="white-space:pre"> </span>Mi querido Rafa, yo creo que la vida no tiene sentido, que el propio sentido es en sí mismo una construcción humana, un alimento desesperado de la inteligencia para creerse a sí misma. Buscar razones, sentido a la vida, es cegarse a sabiendas. Porque lo cierto, mi Rafa, es que la vida no tiene sentido, por lo menos no más sentido que el mismo vivir. Somos los únicos seres vivos que nos cuestionamos para qué estamos aquí. El resto, sencillamente, vive. Te parecerá una tontería pero siempre que voy a trabajar me detengo a sonreír a un gato que suele estar tumbado sobre un buzón de correos. Descansa con una cara de placer… (si es que los gatos pueden poner caras). Le envidio. Está tumbado ahí porque hace el hierro del buzón se calienta y es cómodo. Creo que no se pregunta si la vida tiene sentido, y creo que tampoco es feliz porque no tiene sentimientos (a pesar de que me costara una discusión con Sergio), sencillamente vive. Nosotros no podemos existir sin más. Los seremos humanos necesitamos razones, causas, motivos… como necesitamos oxígeno. Pero siempre he creído que la felicidad de los humanos, la mayor que conozco, a la que aspiro alguna vez, es aquella que se puede encontrar en los versos de Machado. Es una felicidad clara y limpia como los campos de castilla que tanto amó. En sus versos, habla del hombre como “<i style="mso-bidi-font-style: normal">una bestia paradójica, un animal absurdo que necesita lógica</i>”, pero también dice, y a ésta me refiero, “<i style="mso-bidi-font-style:normal">y en todas partes he visto gentes que danzan o juegan, cuando pueden, y laboran sus cuatro palmos de tierra</i>”. Rafa, yo cada vez tengo más claro que ahí radica el sentido de vivir. No hay razones superiores, no hay causas últimas, sólo hay la vida, la propia vida. Y sobre todo, sobre todo, la vida que compartimos con otros.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><br /></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span class="Apple-tab-span" style="white-space:pre"> </span>Me decías que te daba pena que hubiera tomado las uvas así… ¡Pero estabas tan equivocado! Rafa por primera vez en mi vida empiezo a comprender que hay un sentido en la vida, y además empiezo a creerlo. Y ese sentido no tiene razón si no es por la gente que quiero. Sabes que daría todo lo que poseo, todo lo que soy, por ti, porque sé que tú harías lo mismo. Y ése es mi sentido de la vida. No me refiero a la entrega ciega, a la lealtad por decreto, ni nada de esas tonterías. Me refiero a sentir que vivo acompañado, que cuido y me cuidan, que quiero y me quieren. Recuerda lo que decía Goytisolo, y que tú mismo me lo leíste “<i style="mso-bidi-font-style: normal">Tu destino está en los demás, tu futuro es tu propia vida, tu dignidad es la de todos”. </i>Si lo dejo todo porque quizás alivie algo de tu sufrimiento, me siento feliz por querer tanto a alguien como para estar dispuesto a hacerlo. Rafa, la vida no nos necesita, y toda lucha contra ella, toda negociación, toda claudicación, es en sí un absurdo, una ira contra el océano. Porque la describamos no la hacemos más precisa, aunque quizás sí más bella. Porque la estructuremos no la hacemos más segura, pero quizás sí más cómoda.<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p> </o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p><br /></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span class="Apple-tab-span" style="white-space:pre"> </span>El día anterior José me había dicho que iba a ser padre. No hace falta la paradoja, tú ya me entiendes. Este tren no cesa, y yo por lo menos no voy a salar mis campos en la retirada ni incendiar mis ciudades. Carpe Diem no significa vivir hasta la extenuación, como este tiempo atropellado y egocéntrico nos intenta hacer creer (o consumir, que ya es lo mismo). Carpe Diem significa vivir el presente, aceptarlo con humana humildad pero intentado ser plenamente feliz cuando haya razones, y plenamente triste cuando también las haya. No hay que huir de la tristeza, como no huimos de la alegría. Todo es camino, y lo vamos a recorrer de igual manera. La voluntad, Rafa, es como una vela que orientamos frente a un viento incesante. Podemos ir más rápido o más lento, más firme o más inestables, pero ninguna vela dominará el viento.<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p> </o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p><br /></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span class="Apple-tab-span" style="white-space:pre"> </span>Me despido con otros versos de Machado y Goytisolo. <i style="mso-bidi-font-style:normal">“¿Dices que nada se crea? No te importe, con el barro de la tierra, haz una copa para que beba tu hermano</i>”. Y sobre todo, Rafa, sobre todo…<o:p></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p> </o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p><br /></o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><o:p><br /></o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><i style="mso-bidi-font-style: normal"><span class="Apple-tab-span" style="white-space:pre"> </span>Recuerda, recuerda, recuerda lo que un día yo escribí pensando en ti, como ahora pienso.<o:p></o:p></i></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><i style="mso-bidi-font-style: normal"><br /></i></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><i style="mso-bidi-font-style: normal"><br /></i></p>Unknownnoreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-3272873886676651910.post-81619219516817550412010-12-12T21:37:00.005+01:002010-12-12T22:09:49.609+01:00Nothing else matters<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhTvcu_BLgtK3owbdz_jtCUcfDVxDU_Gq1z7x7Rv_uNHWkac_uy2HA3VReemXLuB_BDreV-W655ZXyEAAqPoaALkp7apXmiC9M5RktmNlXB0ydazFVyH3GBs4bZ7sTB9gbYTGCeyLf7lrNq/s1600/IMAG0161.jpg"><img style="display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; cursor: pointer; width: 192px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhTvcu_BLgtK3owbdz_jtCUcfDVxDU_Gq1z7x7Rv_uNHWkac_uy2HA3VReemXLuB_BDreV-W655ZXyEAAqPoaALkp7apXmiC9M5RktmNlXB0ydazFVyH3GBs4bZ7sTB9gbYTGCeyLf7lrNq/s320/IMAG0161.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5549898921630177154" border="0" /></a><br /> <style type="text/css">p { margin-bottom: 0.21cm; }</style> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY">Nunca fui a Granada, como dijo Alberti, y sin embargo, viví allí unos años. Como muchos años pasé en tu compaía y, sin embargo, nunca estuve contigo. Por no recordarte no dejas de estar ahí. Por no estar, tus ausencias no dejan de poblar mi vida. Puede que ya no estés, puede que seas silencio para mí, que te niegue, que tu recuerdo, los pocos que todavía no consigo disipar, se pierdan en la neblina de la distancia. Pero entonces un día, cuando un amigo me abraza y me susurra al oído que me quiere, que no estoy solo, cuando todo parece ir bien, cuando parece que conseguí el silencio que tantos años me obligaste a buscar, surcas el olvido y atraviesas la vida hasta mi voz, con la misma certeza que cuando dijiste adiós (aunque no estoy seguro que lo llegaras a decir). Ahora ese niño que también soy, que sobre todo soy, se descubre (porque quien le abraza le quiere, y él sí le promete que no se va a ir). Entonces está claro, si es que acaso hubo dudas para quien supo mirar, que el rey no es rey, ni apenas príncipe, y que sólo ese niño asustado mora el castillo. Y está claro que esas preciosas estancias hielan la sangre y el estar, porque son de dura piedra, y que por muy profundas, y muy nutridas de colores sean sus vidrieras, la luz apenas llega, y sin ella no hay calor, y sin calor no hay sueño, y no hay descanso. </p><br /><p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY">Él me abraza y me besa con ternura en la sien. Nunca estuvo tan cerca, por eso tengo miedo y me siento vulnerable, pues sé que los castillos son bellos en la distancia pero oscuros si los alcanzas. Estoy cansado de recorrer sus torreones, sus largos pasillos y de aquellas ventanas enjauladas que sólo dan a un mar cada vez más oscuro y borrascoso. Me dejó llevar, me dejo llevar (todo el mundo que me quiere y me conoce, me dice que me deje leavr). Oigo su respiración en mi nuca, y dejo que el recuerdo se me desprendan entre sus sábanas. Ya casi no me da miedo pensar que puedo desnudarme. Vamos, Javi, ¡Abre los ventanales de tus salones! No temas que las ricas telas se deshagan al contacto con el aire. Quizás todavía lata en corazón de lo que amaste antes de emparedarlo entre los frágiles muros de la lógica. El eco del castillo retumba siempre más fuerte cuando callo. </p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY">¿No oyes, mi precioso Cristian, cómo una orden me llama a crecer? ¿No oyes cómo una voz amiga, la única, me lanza a la ecuación? ¿No ves que las estrellas se apagan cuando un fragmento de luz tintena bajo su puerta y me dice que todavía no estoy solo? Duerme a mi lado esta noche, que la litera está vacía y su cuerpo ya no forma una constelación de peso sobre mí. Juega conmigo, mi cama será la nave que atraviese un océano sin islas ni puertos. Mañana habré vuelto a crecer, mañana no habrá nave, ni habrá estrellas, ni abrazo que duerma mi desorientación. Mañana seré ecuación, como esperan de mí, quienes por mí y contra mí, todo hicieron. Pero esta noche juega conmigo. Prende conmigo las mechas de lo que dejaron olvidado.</p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY">Cristian, ayúdame con tu silencio, no recuerdo su voz, porque ahora su voz no es la de quien entonces me habló. No es la voz que me hacía reir y llorar, con esa alternancia tan infantil. No recuerdo su rostro, pero sí su sonrisa de pómulos blanquecinos sobre el moreno extraño de su piel. No recuerdo su voluntad, la que sabía manejarme hasta la obediencia. No le recuerdo ya, y sin embargo no le olvido. Porque uno puede hacer como que no recuerda, que no le toca, pero se engaña si piensa que olvida. El olvido es un ave que no permanece, y a cuyo caprichoso vuelo estamos condenados. </p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY">Hay quien dice que pienso demasiado en el pasado. Tú sabes ahora que no hay más pasado que presente, y que esa distinción no tiene sentidos más allá de la razón, del verbo. No hay aguas de Leteo en las que sumergirse. El pasado son cuerdas que nos atan al presente, y cortarlas en precipitarse sin raíces. Yo no escribo del pasado, sino del presente, y ellos creen que la memoria puede esparcirse a voluntad, como la vía láctea des su seno, y observarla desde un microscopio. Los hinduístas creen que no hay análisis objetivo, puesto que no podemos salir de nuestra propia naturaleza para obsevarla desde fuera, y por lo tanto toda visión de algo ya es desde ese algo.</p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY">Su mirada verde cristal, como esencias estampadas en vidrio de un bosque profundo y diluviado, persigue mi cuello, se arrastra por mi cabello buscando una luz que apenas llega, pero que sin embargo le genera calor. Él nunca me pidió luz, nunca la exigio como pago a nada (y tiene mucho que cobrar), pues él también la oculta como yo, y como yo la cree delicada y quebradiza. Pero sí me pide calor, y yo se lo doy con mi intimidad, aunque nuestros cuerpos no se toquen, las palabras pueden llegar a arder en hogeras inmensas. Espera paciente a que mis palabras lleguen como barcos empujados de alta mar y los cobija en su puerto sin preguntas ni justificaciones. Él sabe escuchar. Poca gente sabe hacerlo. Muchos se callan porque no saben qué decir y piensan que desviar el rumbo en la banalidad de un supuesto olvido es el mejor consejo, y la mayoría creen que es su deber señalar el camino a quien dice estar perdido (sin preguntarse si realmente quieren encontrar un camino. Pero él no, él escucha en silencio y sólo acaricia mi pecho si tiembla por algún recuerdo grave. Y como la tormenta, llega la calma, por lo menos hasta la próxima tormenta.</p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY">Esta noche, en mi castillo, retumba tu risa más que todos los silencios. Esta noche juegas a mi lado, y estoy nervioso porque siempre lo había hecho solo. Yo llevaré el guión, tu hablarás al viento. </p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY">¡Qué hermoso es retornar a Itaka si estás a mi lado, Cristian!</p><p style="margin-bottom: 0cm;"></p>Unknownnoreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-3272873886676651910.post-45025400407251054462010-11-19T19:47:00.006+01:002010-12-10T15:05:03.401+01:00Donde sea... Pero juntos. (Viaje Madrid-Barcelona)<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXasDITX6HuFZ1EAnSCCY_mYEW2Y8brRSjKhmy7qZqnG9kb8bCT6qHvDRmkxoIIZr0TeNCr4Ngd8DnD_CySURwBRew6FFK0q0QNlxb9lcoKwwq7rugrJ5TPJ4X-66AKGpLKPx-YMOXLsyn/s1600/astroboi-0721-2.jpg"><img style="display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 266px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXasDITX6HuFZ1EAnSCCY_mYEW2Y8brRSjKhmy7qZqnG9kb8bCT6qHvDRmkxoIIZr0TeNCr4Ngd8DnD_CySURwBRew6FFK0q0QNlxb9lcoKwwq7rugrJ5TPJ4X-66AKGpLKPx-YMOXLsyn/s400/astroboi-0721-2.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5541337681760395490" border="0" /></a><br /><br /><br /><!--[if gte mso 9]><xml> <w:worddocument> <w:view>Normal</w:View> <w:zoom>0</w:Zoom> <w:trackmoves/> <w:trackformatting/> <w:hyphenationzone>21</w:HyphenationZone> <w:punctuationkerning/> <w:validateagainstschemas/> 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No es precisa una gran distancia para hacer más profundo ni más completo ese viaje interior. Sino que lo único necesario es la disposición a caminar, en el sentido más poético de la palabra, a caminar decididamente, sin límites, conscientes de que los temores, los que estaban y los que están por llegar, <span style=""> </span>serán parte del camino, como lo serán los recuerdos, el cansancio, la ilusión, todo aquello que vive en el ser humano. Porque si vivir es en sí mismo un viaje permanente, viajar dentro de la vida es una forma más intensa de vivir, y por lo general más luminosa y clara. Así, una vez que hemos comenzado el camino algo va meciéndose dentro y fuera de nosotros, en un suceder de estaciones, de vientos y de días, liberadas de las leyes físicas y temporales que hemos creado para adormecer nuestro temor a los indomable. Y el viaje verdadero, o por lo menos al que yo me refiero, comienza cuando comprendemos que no hay más horizonte que esa finísima capa de piel porosa que separa el mundo interior y el exterior, y que ambos se mueven en una danza conjunta, hablándose en un idioma cómplice que los humanos llevamos siglos intentando descifrar. Entonces sólo no queda escuchar, porque ese idioma que desconocemos está hecho de nosotros, y si ofrecemos nuestro silencio con sencillez y humildad, llegaremos a comprender lo que de nosotros hablan. Puede que sea una comprensión irracional, que no se explica ni describe, sino que sencillamente se alcanza y se llega a saber (como sabemos que un animal es más feliz en libertad o que la lluvia sobre la ciudad es, de alguna manera, algo triste).</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Éste era un viaje que me debía hacía tiempo, un enfrentamiento pendiente, constantemente pospuesto, que no podía retrasar más (ni por mí, ni por los heridos que dejé esperando mi lucha) y que, sin embargo, seguía retrasando. Era por cobardía, me decía si quería hacerme daño, o bien era por agotamiento si lo que quería era dormir esa noche un poco menos triste. Pero el tiempo pasaba, e iba poco a poco deshojando de recuerdos el futuro de mi memoria. No sabría decir cuándo había ocurrido, aunque sabía que había sido paulatino y sutil como sucede en todo lo que se hace raíz, pero había llegado el momento en que yo no era suficiente razón para intentarlo. Javi ya no era suficiente, ni por su pasado, ni por su futuro. Sabía que por no enfrentarme a esos viejos temores que iban creciendo inexorablemente dentro de mí como gigantes baobabs, estaba aceptando perderme una parte importante de mi vida y oscureciendo lo que un día serían mis recuerdos. Pero así era, y por mucha angustia y tristeza que me generara, sólo podía observarlo, ocultarlo a mis amigos y esperar ilusamente una migración de aves para irme con ellas a otro planeta.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Entonces descubres una de las maravillas de la amistad. Y es que a veces, lo que uno no no es capaz de hacer por sí mismo, sí lo es por un amigo. Ese amigo, en este caso, era Cristian. Mi amigo Cristian. Saber que nunca había estado en Madrid, y que tenía la oportunidad de ser yo el primero con quien visitara esa maravillosa ciudad me suponía una oportunidad y un honor que no estaba dispuesto a dejar escapar. Para mí, Madrid es una ciudad íntima, la quiero y la odio como sólo se quiere y se odia a Madrid, y así se lo quería transmitir a él. No sé la razón, pero habita en alguna parte profunda de mí, y pensar que podía compartirlo con Cristian, y que a lo largo de toda nuestra vida (que es el tiempo que espero que dure nuestra amistad), compartiéramos los recuerdos de aquel primer viaje a Madrid, me dio la fuerza suficiente para comenzar ese viaje que tenía pendiente.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">No sé si comenzarlo con Cristian fue más acertado o menos que haberlo hecho cualquier otro de mis amigos más amados, pero sin duda ha sido lo mejor que podía haber imaginado. Me dijo que él quería estar conmigo esos días de viaje, que el lugar le daba igual, que lo importante era estar juntos, y cuando terminó de decir esas palabras, quizás por el momento preciso en que me las dijo o porque comprendí que era una verdad tan sincera, Cristian anuló el paso del tiempo como variable dentro de nuestra amistad, y ahora habita los Campos Elíseos de mi mundo junto a quien ya están ahí, donde quiero que permanezcan toda mi vida.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">A Madrid se la quiere porque es oscura, enorme, transgresora, caótica y hostil, y cuando uno llega tiene la sensación de que no te espera, que ya no cabe nadie más y que en una ciudad así sólo se puede estar de paso. Porque Madrid (o así me la imagino yo), es una enorme madre cansada, abandonada, agotada, eternamente disgustada, maldiciendo su vida y su soledad, que te grita que no tiene sitio para ti mientras te hace un hueco y se quita comida de su plato para alimentarte. Se aleja diciendo que tienes que irte cuanto antes, pero haciéndote sentir que ya no quiere que te vayas nunca más. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Los pormenores del viaje... Madrid y su ensordecedor anonimato, el Retiro con Jon señalando a las palomas, el Templo de Debod haciendo de esfinge de la Casa de Campo, nuestras pisadas al kilómetro cero, la Plaza de Mayor, la manifestación con los Saharauis, nuestras conversaciones entre Neptuno, Cibeles, Atocha... La mano de Cristian coge la mía, y todo va mejor. Al poco, todo ya va bien.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Lo siguiente era Salamanca, donde esperaba uno de los más heridos por mi silencio. Pero no era el momento, algo había comenzado y tenía que saldar una cuenta anterior. Sergio cree que prefería estar con otra persona pero no se equivoca. No se lo explico, ya lo haré y sé que lo comprenderá. Cuando lo haga sabrá que iré a Salamanca tantas veces como quiera o necesite, y le explicaré porqué lo haría por él. Estará molesto, pero debo aceptarlo. Sabe que le quiero, y yo sé qué sabré hacerle ver cómo le quiero. Pero no puede ser en ese momento. Debo ir a Barcelona.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Barcelona es la hija buena, progre, alternativa, con sus anchas calles en cuadrícula, su mar y su monte, como una ciudad que espera ansiosa que vengan a visitarla para bailar alrededor del visitante. Uno va a Barcelona y siente inmediatamente que quiere vivir en un sitio así, casi siente que ya lo hace. Te acoge enseguida, te pasea por sus calles, te marea y sorprende con Gaudí. Sonríes con sus parques, casas y ventanas. Sin embargo, no sé si sólo me pasa a mí, pero siento que si estuviera en peligro, Barcelona se haría de porcelana resbaladiza y me alejaría suavemente de ella sin despedirme, mientras que Madrid se pondría un cuello vuelto y gorra, y sería capaz de cruzar navajas en un callejón si fuera necesario para salvarme. Por eso prefiero Madrid, siempre he preferido que estén a mi lado en las malas antes que en las buenas.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Pero Barcelona tiene a José y tiene a Tes. Le debía a José una visita. Le había fallado muchas veces (todas las veces que él sentía que yo le fallaba, no sabía que yo me fallaba a mí mismo más que a él, y que su reproche sólo profundizaba más la herida). Así que, sin dudarlo, me fui a Barcelona. Escribir mi estancia en Barcelona daría para otra entrada al blog, y quizás lo haga en otra ocasión, así que sólo voy a decir que es la primera vez que he sentido a José como futuro. Hemos pasado unos días juntos y he hecho cosas que sólo puedo hacer con él. Muchas veces me pregunto cómo hemos llegado a tener esta amistad... ¡con lo que nos hemos odiado! ¡con el daño que nos hemos hecho mutuamente! ¿Cómo es posible que nos queramos tanto? No, José, no voy a escribir aquí lo que he vivido contigo estos días, pero sólo voy a decir que por fin hemos vivido juntos. Vivido juntos. No pasar los días, no soportarnos, no querernos a rabiar mientras nos hacemos daño... Sino vivir juntos. ¿Por qué cedes en tantas cosas sólo para hacerme feliz? ¿Acaso lo merezco? No importa, tú lo haces. Por eso habitas también mis Campos Elíseos, y por eso estás en ellos recibiendo a Cristian. Cuando volvía de regreso, pensaba que si voy finalmente a vivir a Barcelona, quiero hacerlo contigo.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Tes se quejaba porque había esperado, y se queja siempre aunque sabe que la quiero, porque quejarse es su forma de quererme, y de recordarme que a ella siempre debo quererla un poco más cada vez. Tes es, además, más mujer, y cada vez me parece más lejana, más profunda e inalcanzable. ¿Te he asustado, Javi? Me había escrito por el ordenador. Pues sí, y me has entristecido. Siempre que la veo pienso que de haber querido estar con una mujer, habría sido ella, y que con ella mi vida habría sido mejor porque ella lo ilumina todo (su cabello estaba más inflamado que nunca, y los rizos oscuros parecen una nube en la que adentrarse debe ser un sueño eterno). Barceloneta, el barrio Gótico, las calles se suceden al paso rápido de Tes. Ya está tan perdida en la vida, se hace mayor (y más bella... ¡todavía más bella!) y sus inseguridades ahora son sonrisas, no baja la mirada cuando duda y comprende con la lejanía de las personas que comprenden sin abandonar su espacio. Tes acoge y abraza, y parece que Barcelona le sonríe orgullosa.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Este viaje me ha dejado cargado de palabras que no conocía, de sentimientos que no comprendo (si es que realmente sirve de algo entender un sentimiento), de sensaciones nuevas que no puedo expresar y que me provocan una sensación de ensordecimiento y confusión, como el que se siente tras un estallido cercano. Me siento henchido, copado, desbordado. Como si hubiera vivido doblemente de lo que lo he hecho. Siento que algo empieza, pero no sé qué, que algo ha cambiado, pero tampoco sé qué.<br /></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Con los días, iré procesando todo lo que he vivido, lo he sentido, pensando, e imagino que tendré una idea más clara (aunque realmente no sé si deseo que quiera obtener algo concreto), pero en estos momentos sólo me viene a la cabeza una canción que me lleva rondado durante los últimos meses. Quizás signifique algo, quizás no. Pero aquí os la dejo:</p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify; font-style: italic;"><br /></p><div style="text-align: center;"><span style="font-style: italic;">"</span><span style="font-style: italic;">Somos madero en deriva dentro y fuera de la costa,</span><br /><span style="font-style: italic;"> somos bardos sin silencio con algunas libertades,</span><br /><span style="font-style: italic;"> porque todo prisionero, de sí mismo extrae verdades,</span><br /><span style="font-style: italic;"> aunque la verdad no existe.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> Somos algunas razones con bastante fundamento,</span><br /><span style="font-style: italic;"> somos lo que busca, a tientas, un futuro que persiste</span><br /><span style="font-style: italic;"> en dejarnos como atados, no en mostrarnos como libres,</span><br /><span style="font-style: italic;"> pues la libertad no existe.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> Somos parte de los pasos de la historia cotidiana,</span><br /><span style="font-style: italic;"> somos como una ventana</span><br /><span style="font-style: italic;"> que espera que un ojo mire para anunciar su mañana.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> Como una veleta nueva que no sabe dirigirse,</span><br /><span style="font-style: italic;"> porque siempre los caminos,</span><br /><span style="font-style: italic;"> son pocos para escogerse y largos para seguirse.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> Somos piedra sobre piedra, piedras de generaciones,</span><br /><span style="font-style: italic;"> que actuamos como mortales y pensamos como flores,</span><br /><span style="font-style: italic;"> porque una flor es la prueba, de que en medio de lo triste,</span><br /><span style="font-style: italic;"> lo sensible lo renueva</span>"<br /></div><br /><div style="text-align: center;">Karel García<br /><span style="font-style: italic;">"Lo sensible se renueva"</span><br /><br /></div><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"> </p>Unknownnoreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-3272873886676651910.post-62993622154696745712010-11-03T21:37:00.004+01:002010-11-03T22:05:08.600+01:00Unos minutos conmigo.<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh-sGI4J9nGl6QEencsKRcxfjmAhvkt4Lxs8XDtNfhS5RhfNk7MkfY9F2X9acKRglB14i9jcMX5PTFABtatGDmrcF2q1xMM10UfHOHT7F3reW-k__6S_-_jkJuidvW95Ywk0tMGnhiy3Wpf/s1600/P1060421.JPG"><img style="display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; cursor: pointer; width: 320px; height: 240px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh-sGI4J9nGl6QEencsKRcxfjmAhvkt4Lxs8XDtNfhS5RhfNk7MkfY9F2X9acKRglB14i9jcMX5PTFABtatGDmrcF2q1xMM10UfHOHT7F3reW-k__6S_-_jkJuidvW95Ywk0tMGnhiy3Wpf/s320/P1060421.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5535427074293270146" border="0" /></a><br /><br /><div style="text-align: justify;"><span style="font-style: italic;"><br />"En estos días no sale el sol sino tu rostro, y en el silencio, sordo del tiempo, gritan tus ojos... ¡Ay, de estos días terribles! ¡ay, del nombre que lleven! ¡ay, de cuanto se marche! ¡ay, de cuanto se quede! ¡ay, de todas las cosas que hinchan este segundo!</span>"<br /><br /><span style="font-weight: bold;">Oscuridad, tabaco y Silvio. Tengo todo lo necesario para volver a escribir. Hace un mes que no lo consigo. Lo he intentando en varias ocasiones pero no he podido. No sé qué me pasa, pero no consigo salir de este estado gris, de cansancio y ceniza. No es tristeza, ni melancolía, sólo un cansancio esparcido que se desperaza dentro de mí. Escribo y borro. No me gusta. Lo siento, pero sigo sin conseguir escribir, asi que os voy a invitar a que paséis un rato conmigo, compartiendo mi intimidad. Esta vez eso va a ser todo. Sólo unos minutos compartidos.</span><br /><br /><span style="font-weight: bold;">Estoy con los ojos prácticamente cerrados, con ese párpado brillante que es mi ordenador, como un cálido fuego en la oscuridad de mi habitación. Escucho a Silvio Rodríguez, como quien escucha un recuerdo. Y mientras su voz ocupa el silencio, las imágenes que va evocando se expanden en mi conciencia con la volatilidad de lo invisible.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">"Hoy sé que no hay nada imposible, anoche supe la verdad. Creía mi alma inservible pero era cansancio vulgar nada más. Tú eres un don de la brisa, un ser de la resurrección, un pájaro con una risa capaz de arrastrar a la noche hasta el sol.</span> <span style="font-style: italic;"><br /><br />¡Cómo gasto papeles recordándote cómo me haces hablar en el silencio! Cómo no te me quitas de las ganas aunque nadie me vea nunca contigo. Cómo pasa el tiempo, que de pronto son años sin pasar tú por mí detenida. Te doy una canción, si abro una puerta y de la sombra sales tú. Te doy una canción de madrugada.</span>"<br /><br /><span style="font-weight: bold;">Tengo 16 años, y estoy en casa de Aita. Llevo puestos esos enormes auriculares que deben de tener treinta o cuarenta años. Son auriculares de la Alemania dividida. Los mejores, dice mi padre con satisfacción. Lo cierto es que suenan muy bien y me gusta llevarlos. Pesan bastante, sobrios, de aristas mates, y los cables que sobresalen son pálidos y retorcidos. Son tan grandes que parece que te cobijen como una madre enorme con un abrazo plástico. Puestos, parece que en cualquier momento vayamos a escuchar el ladrido lejano de Laika.</span><br /><br /><span style="font-weight: bold;">Delante tengo los vinilos que bien me sé de memoria. Silvio, Aute, Serrat, Quilapayún, llach, Sting... Todo en su funda de carton, con el plástico interior desvencijado, perdido la mayoría, y que cae cuando los abro. En la mayoría, el pegamento se ha convertido en arenilla y, los que no, apenas resisten mi mano torpe buscando el librillo de letras. Es cierto que el vinilo tiene algo de encanto. Aparatoso, crujiente, guarda la esencia con más calor que los CD.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">"¿A dónde van las palabras que no se quedaron? ¿a dónde van las miradas que un día partieron? ¿acaso flotan eternas como prisioneras de un ventarrón o se acurrucan entre las rendijas buscando calor? ¿acaso ruedan sobre los cristales cual gotas de lluvia que quieren pasar? ¿Acaso nunca vuelven a ser algo?¿acaso se van? ¿y a dónde van?</span><br /><br /> <span style="font-style: italic;">¿Qué se puede querer si todo es horizonte?</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">¿En qué estarán convertidos mis viejos zapatos?¿a dónde fueron a dar tantas hojas de un árbol? ¿Por dónde están las angustias que desde tus ojos saltaron por mí? ¿a dónde fueron mis palabras sucias de sangre de Abril? ¿a dónde van ahora mismo estos cuerpos que no puedo dejar de alumbrar? ¿acaso se van? ¿y a dónde van?</span>"<br /><br /><span style="font-weight: bold;">A los 16 años todo parece más fácil, y a la vez más profundo. José, en cierta ocasión, me dijo que lo que caracterizaba a la adolescencia era la presencia de periodos de inmadurez infantil juntos a momentos de absoluta lucidez. Desde entonces, esa descripción forma parte de mi concepción de la adolescencia. En esos momentos, Silvio cantaba todo lo que había que sentir. La política era un panfleto. El amor, unos poemas. Y la amistad... la amistad era todo lo demás. Como canta Silvio en estos momentos, “</span><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">ahora me parece que hubiera vivido un caudal de siglos por viejos caminos</span><span style="font-weight: bold;">”.</span><br /><br /><span style="font-weight: bold;">El cigarro calienta mi boca, y me besa con un humo denso y voluptuoso. Adoro esa sensación. Suena el teléfono, pero ahora no me apetece hablar. Luego contestaré. Últimamente me aburre hablar por teléfono. ¡Joder! Últimamente me aburre todo. Debería ir al gimnasio, pero prefiero quedarme aquí. Llaman otra vez. Es mi Javi. Luego le llamo.</span><br /><br /><span style="font-weight: bold;">Mi precioso Javi. Le echo de menos. Recuerdo cómo me enternece su pudor. Enrojece como un niño ladrón, sonríe sin separar los labios y se queda muy tenso. Parece que fuera a marchitarse como una flor mustia. Su sencillez lo arrasa todo, aplaca mi soberbia y me hace descender a la ternura con sólo su presencia. Sólo por haber conocido a Javi, ya han valido la pena estos dos años de exilio en Alicante.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">"¿Dónde pongo lo hallado? En las calles, los libros, la noche, los rostros en que te he buscado. ¿Dónde pongo lo hallado? En la tierra, en tu nombre, en la biblia, en el día, que al fin te he encontrado. ¿Qué le digo a los perros que se iban conmigo en noches perdidas de estar sin amigos? ¿Qué le digo a la luna que creí que compañera de noches y noches sin ser verdadera?</span>"<br /><br /><span style="font-weight: bold;">Bueno, creo que voy a regresar a la luz, al teléfono, a la cena. Han sido unos minutos para vosotros, y un par de horas para mí. No es gran cosa, pero soy yo mismo escribiendo el momento, mi momento. No es coherente, pero no hace falta que lo sea. La coherencia es un lujo del que, en estos días, no dispongo. Gracias por haber estado conmigo.</span></div>Unknownnoreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-3272873886676651910.post-69207328551402724312010-10-05T00:57:00.005+02:002010-10-05T01:11:07.811+02:00Sísifo en esta noche (en todas)<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi7XxKP0-122U1O-eUCf8He5huQS_5XH5VxB-25YvNB3ByxaJNGKqBs4lSh65lUoFLm1QsjyMd0wVUyu0HAYhbRNCrgQTqSjVQlqoAIKSHvofVWkgi89k0kgd3IsW90RHUJ-4LC1hiPxscx/s1600/S%C3%ADsifo+-+Tiziano.jpg"><img style="display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; cursor: pointer; width: 286px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi7XxKP0-122U1O-eUCf8He5huQS_5XH5VxB-25YvNB3ByxaJNGKqBs4lSh65lUoFLm1QsjyMd0wVUyu0HAYhbRNCrgQTqSjVQlqoAIKSHvofVWkgi89k0kgd3IsW90RHUJ-4LC1hiPxscx/s320/S%C3%ADsifo+-+Tiziano.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5524331131866771538" border="0" /></a><br /><br /><br /><br /> <style type="text/css">pre.cjk { font-family: "DejaVu Sans",monospace; }p { margin-bottom: 0.21cm; }</style> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY">Cuenta Proust que durante una de aquellas fiestas de la alta sociedad francesa de finales del siglo XIX (y que tan bien describió en su obra magna), a las que por aquel entonces era asiduo, conoció a una joven señorita que debía ser de gran belleza. En algún momento debió reunir suficiente valor quizás acumulado por la seguridad que le generaba ser un caballero de cierta edad curtido en las sutilezas y la elegancia de aquellos salones recargados) para invitar a aquella dama a desayunar al siguiente día. Ella, tras escuchar la invitación de aquel caballero, rió y se supone que declinó la oferta. Digo se supone porque me parece que eso ya no lo dice. No hizo falta. Aquella risa penetró en su conciencia con una verdad descarnada, cruel y hasta entonces no atendida. Comprendió súbitamente que aquella risa escondía, sin mucha elegancia, el claro mensaje de que una señorita tan joven no iría a desayunar con alguien tan mayor. Esa realidad evidente, pero invisible en la juventud, se le reveló con la crueldad propia de lo irreversible. Se dio cuenta de que el tiempo había pasado sigilosamente tras los años, y que aquel futuro que siempre parecía esperarle cuajado de posibilidades sólo había sido una ilusión, un espejo inalterable, combustible para quemar inconscientemente el presente. Los años habían pasado llevándose con ellos la juventud, la vida, el tiempo. Sintió que nada dejaba al mundo, que el tiempo era irrecuperable y que lo había perdido creyendo que era eterno (¿cómo no va a serlo cuando uno es joven?). Tan pronto como comprendió esta realidad en la risa terrible de aquella joven, corrió hacia su casa y comenzó a escribir una de las obras fundamentales de la literatura universal: “En busca del tiempo perdido”.</p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY">Sin llegar a ser un salón social dieciochesco, ni yo mínimamente Proust, recuerdo una escena semejante que me ocurrió en la adolescencia. Estábamos todos los amigos de entonces en el salón de casa, de la casa que compartimos cuando nos independizamos unánimanente al comenzar la universidad, discutiendo de política como cada noche, entre guitarras, vino y porros. Discutíamos acaloradamente sobre cuál había sido el factor clave en el desarrollo de la humanidad. José, evidentemente, decía que la lucha de clases. Secundado por el resto de amigos que, como él, digerían con mayor o menor disfrute, las obras de Marx. Yo, por mi parte, que había quedado impresionado por las tesis de Erich Fromm, defendía que no era la lucha de clases sino el miedo a la libertad, lo que había hecho que la humanidad se hubiese desarrollado como lo había hecho. José, el mejor contrincante dialéctico que he tenido en mi vida, citaba a Marx y Engels (como se reza a Dios ante su altar, que diría Bécquer). Yo, seducido por aquel marxismo psicoanalizado, sacaba Fromm, Freud, etc. Dos egos intelectualoides enfrentados desde sus altares de orgullo e ignorancia. En mitad del fragor de la batalla/discusión, Rafa (creo que fue Rafa) preguntó a una chica que había traído y que había pasado del todo inadvertida por nosotros (demasiado terrenal para merecer nuestra atención) según su juicio qué era lo que había determinado el desarrollo humano. La chica, con una humildad infinita, dijo que ella creía que la muerte era lo que había movido a los seres humanos. La muerte, la certeza del fin, lo inevitablemente efímero del ser, el temor al después, la angustia del desperdicio... José y yo quedamos en silencio. No discutimos más. Días después todavía nos mirábamos acongojados y avergonzados. No sé qué me dolió más, la nueva angustia del fin, la derrota estrepitosa de nuestra discusión o la bofetada de humildad que nos había dado esa chica tímida, callada y delicada como un suspiro.</p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY">No es que yo no hubiese pensado nunca en la muerte, ¡Claro que lo había hecho! De mi pared colgada un poema de Baudelaire, sonaba siempre en mi cuarto música triste donde la muerte era la máxima expresión de la vida, el Che muriendo nítido, acribillado, por un ideal y yo le habría seguido ciegamente por aquellas montañas bolivianas, era la bala justificada de Larra atravesando el romanticismo español... Pero todo aquello era realmente ajeno a mí. Lo vivía con pasión, como se vive todo aquello que todavía no se ha vivido pero que se desea ardientemente vivir. Sabía de memoria, y todavía recito algunas estrofas de forma casi inconsciente como una oración involuntaria en los labios, las estrofas de Manrique:</p><br /><div style="text-align: center;"> Recuerde el alma dormida,<br />avive el seso e despierte<br />contemplando<br />cómo se passa la vida,<br />cómo se viene la muerte<br />tan callando;<br />cuán presto se va el plazer,<br />cómo, después de acordado,<br />da dolor;<br />cómo, a nuestro parescer,<br />cualquiere tiempo passado<br />fue mejor.<br /></div><p style="margin-bottom: 0cm; font-family: times new roman; text-align: center;"><span style="font-size:100%;"> [...]</span></p><div style="text-align: center; font-family: times new roman;"> </div><div style="text-align: center;">Los plazeres e dulçores<br />desta vida trabajada<br />que tenemos,<br />non son sino corredores,<br />e la muerte, la çelada<br />en que caemos.<br />Non mirando a nuestro daño,<br />corremos a rienda suelta<br />sin parar;<br />desque vemos el engaño<br />y queremos dar la vuelta<br />no hay lugar. </div><p style="margin-bottom: 0cm; font-family: times new roman; text-align: center;"><span style="font-size:100%;"> [...]</span></p><div style="text-align: center; font-family: times new roman;"> </div><div style="text-align: center;">Esos reyes poderosos<br />que vemos por escripturas<br />ya passadas<br />con casos tristes, llorosos,<br />fueron sus buenas venturas<br />trastornadas;<br />assí, que no hay cosa fuerte,<br />que a papas y emperadores<br />e perlados,<br />assí los trata la muerte<br />como a los pobres pastores<br />de ganados. </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: center;"> [...]</p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: center;"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY">No hay lugar. No hay lugar. Nunca dejará de impresionarme este poema escrito hace seis siglos. Pero respecto a lo que yo quiero escribir esta noche, un poeta lo hace mejor que yo. Nuevamente Gil de Biedma en “Poemas póstumos”:</p> <p style="margin-bottom: 0cm;"><br /></p> <p align="CENTER">Que la vida iba en serio<br />uno lo empieza a comprender más tarde<br />-como todos los jóvenes, yo vine<br />a llevarme la vida por delante.</p> <p align="CENTER">Dejar huella quería<br />y marcharme entre aplausos<br />-envejecer, morir, eran tan sólo<br />las dimensiones del teatro.</p> <p align="CENTER">Pero ha pasado el tiempo<br />y la verdad desagradable asoma:<br />envejecer, morir,<br />es el único argumento de la obra.</p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY">Pero yo sí he sido consciente de este paso del tiempo, y no sé si esa consciencia me ha ayudado a vivir o, más bien, (probablemente) ha cargado mi vida con una angustia prematura. Que uno nunca llegará a ser Proust es algo que se acepta con unas noches de llanto, otras de cinismo y otras sorna. Pero que uno no llegará a ser lo que creía que llegaría a ser, a pesar de seguir los pasos que creía que le llevarían a ello, es algo que cuesta más tiempo aceptar. Uno pretende ser Sísifo creyendo que los dioses perdonarán, pero no es así. Ciertas cosas no se olvidan, y otras no se alcanzan, por mucho que uno huya o tenga esperanza (me pregunto si realmente no será lo mismo). No hablo de la inutuilidad de la vida, eso ya me parece cansado y hasta estúpido. Hablo de aceptar que los sueños que tuvimos se conviertan en otra cosa diferente, más adecuada, “realistas” (o como se quiera edulcorar la derrota) y dar gracias a la vida porque no lo hagan en pesadillas. Dicen que eso es, en parte, la madurez.<br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY">Pero he cumplido recientemente 29 años y empiezo a comprender que la vida no va a ser muy diferente de lo que es ahora. No es que mi vida sea mala, que no lo es. Es sencillamente que no creía que sería así. Me angustia tener que aceptar que el futuro no está allá, y que yo no seré mucho mejor persona que lo que soy ahora (lo cual no es muy tranquilizador). No quiero lamentarme, ya lo hice muchos años y me cansé (el sufrimiento dulce, romántico, ya lo experimenté, pero me llevó al sufrimiento desnudo y desconocido, así que desde entonces evito uno y otro). Pero si no quiero decir eso... ¿Qué quiero decir? Ya he perdido el hilo.</p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY">Bueno, sí, quiero decir que me aterra pensar en que el día que tenga que mirar atrás y ver la senda que nunca se ha de volver a pisar, vea una huella árida. No quiero que un jovencito ría cuando me atreva a intentar seducirle. No quiero recuperar el tiempo perdido. Quiero no perderlo, pero no lo consigo. Y se va escapando como de mi mano como el humo de mi cigarro, dejándome como un espectador paralizado ante un caudal irrefrenable que le atraviesa y que no puede detener. Soy consciente, por otra parte, que si muriese en este mismo momento, mi vida ya sería suficiente sólo por las personas que me llorarían y las que reirían con amor recordando mis errores.</p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY">Recuerdo la viñeta de Mafalda en el que le dice a sus amigos algo así como “¡La pucha! Resulta que si uno no se come la vida, es la vida quien se lo come a uno”. Creo que la vida te come de todas formas, aunque mañana seré feliz pensando en vivir y morir como lo hizo Don Guido. Pero esta noche no. Esta noche desearía volver a vivir siendo otro diferente, uno que no consumiera horas al sueño frente a este teclado, rodeado de artículos científicos que leer y una cama vacía, sino uno que estuviera permanentemente sobre un barco, un tren o cualquier estrella.</p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="JUSTIFY"><br /></p> <style type="text/css">p { margin-bottom: 0.21cm; }</style>Unknownnoreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-3272873886676651910.post-52983834757406277322010-09-15T00:48:00.003+02:002010-09-15T01:19:04.504+02:00Aunque sea un instante<style type="text/css">p { margin-bottom: 0.21cm; }</style> <p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">Recuerdo perfectamente el momento en que leí el poema de Gil de Biedma. Recuerdo la impresión que me causó, esa sensación fría y vertiginosa que nos causa la identificación de algo propio, algo íntimo y silencioso, en las palabras ajenas. No eran versos complejos, ni sentenciosos ni tiritantes. Eran versos sencillos, cansados e indefensos, como esas respuestas que damos cuando nos rendimos. A pesar de que lo que identificaba no era, digamos, socialmente positivo (desengañémonos, la alegría no invita a la instrospección si lo que se precia es escribir), el hecho de descubrir un pedazo de mí en unas palabras permanentemente impresas, me generó ese sentimiento extraño de cercanía y calor que da el recordar que otros anduvieron antes este camino que en ciertas ocasiones nos parece recorrer en la más absoluta soledad. Los poemas, probablemente más que ninguna otra expresión artística, parecen acceder con más limpieza y desnudez a esas emociones (más que pensamientos) que parece sólo poder tomar forma si se cubren de palabras. </p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">Así que allí estaba, el libro abandonado en una mano, mi mirada sostenida sobre la playa del Postiguet, esperando que la tarde se deslizara con sus horas lentas de puerto. Entonces no sabía, pues para mí no existías, que el banco sobre el que estaba sentado miraba hacia tu casa (puede que tú mirases por el balcón hacia el mar, o hacia la calle en ese momento). Que los dioses juegan con nosotros cruzando nuestros caminos de forma irónica, y cruel a veces, es algo que considero tan real como estas mismas palabras. Asi pues, ironías del destino (u otra cosa peor) hizo que estuviera sentado frente a tu casa cuando Gil de Biedma me confiaba nuestro secreto. También era el tuyo, aunque nunca me lo dijiste, yo lo supe enseguida.</p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">Tú querías que te llamase enfermo mental pero yo me negaba. Si querías evadirte de la realidad, yo no iba a impedírtelo, (¿cómo iba a hacerlo? Sería feliz si llegase a ser la mitad de valiente que tú) pero no iba a ser cómplice de esa farse que, por otra lado, ya no necesitabas. ¡Cómo desconfiabas al comienzo! Tu mirada distante y esquiva bordeaba la mía, y sólo se posaba en mí para alzarse enseguida todavía más lejana. Y sonrisas... Pocas. Desconfiabas, y yo lo entendía. Decías que no te comprendería, y sin embargo querías que lo hiciese. De alguna forma, desde tu soberbia independencia, desde tu desprecio culto y refinado, necesitabas que te comprendiese. La soledad, compañero, se puede tallar con mayor o menor finura, pero la madera, por ser humanos, es la misma. Así que cuando me hablaste de una soledad sórdida y fría, no te escuchaba una bata blanca, y si te preguntaba qué esperabas de la vida no era porque buscase un diagnóstico. Al final lo comprendiste, y tu sonrisa fue más amplia que tus labios, y tu mirada menos huidiza. Tú no eras un enfermo mental, y yo no era un psicólogo. Con otros, sí, pero contigo no. Quería alcanzarte, y tú que te alcanzara. Pero comencé a entrar tarde, aunque ninguno de los dos lo sabíamos.</p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p><div style="text-align: justify;"> </div><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">No te juzgo, ni me culpo, fue tu decisión y yo la respeto. No sólo la respeto, sino que también la comprendo. Ya te dije, no sólo soy psicólogo. Los dos prometimos intentarlo, pero los dos admitimos que podríamos fracasar. Y los dos fracasamos. Me pregunto, como en la canción, qué angustia te acompañó en aquel momento, qué dolores viejos calló tu voz. No importa, no importa, sólo es curiosidad. La vida es dura, y para ti lo era más. El pasado puede arrastrarse como un lastre asfixiante, pero casi siempre se puede sobrellevar, sin embargo, a veces, el pasado es tan oscuro que no sólo te impide caminar sino que te arrastra hacia él. Era una guerra, una guerra que en tu caso duraba ya más de veinte años. Veinte largos años huyendo, de ciudad en ciudad, de país en país, de oscuridad en oscuridad. Ganaste algunas batallas, perdiste otras, y en algún momento, en el balcón de tu casa, aquella tarde, decidiste que estabas cansado de la guerra, y sentiste que la paz no llegaría nunca por sí sola. Quiero pensar que miraste el mar, el mismo mar que yo he mirado tantas veces, antes de precipitarte al vacío. Quiero pensar que hice, que hicimos, que tus últimos días fueran más cálidos, apartando el frío humano de la soledad y el desamparo. Estoy seguro, o quiero estarlo, que en algún momento, antes de saltar, y digo que sólo durante unos segundos, pensaste en nosotros, y quizás en mí. Así que siento que no fracasamos del todo. Pero no puedo evitar pensar que si hubieses esperado un poco, sólo unos días, habríamos vuelto a reir sobre el paseo del puerto, habríamos discutido sobre literatura y sobre historia. </p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><br /></p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">Ayer volví a ese banco, con el poema, y te lo leí desde la distancia. Desde una distancia ya inabarcable. El poema se llama “Aunque sea un instante”. No me duele tu muerte más que por la soledad que te acompañó. Espero que allí, si hay allí, encuentres la paz que la vida que no te permitió. Creías que no dejarías nada al morir, eso me decías, pero estabas equivocado. Los que nos quedamos te recordamos con una sonrisa. Has dejado más de lo que imaginaste, y de lo que nosotros mismos imaginamos. Creo que me costará olvidarte. No tengo prisa.</p> <p style="margin-bottom: 0cm;"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;"></p><p align="CENTER">Aunque sea un instante, deseamos<br />descansar. Soñamos con dejarnos.<br />No sé, pero en cualquier lugar<br />con tal de que la vida deponga sus espinas.</p> <p align="CENTER">Un instante, tal vez. Y nos volvemos<br />atrás, hacia el pasado engañoso cerrándose<br />sobre el mismo temor actual, que día a día<br />entonces también conocimos.</p> <p align="CENTER"> Se olvida<br />pronto, se olvida el sudor tantas noches,<br />la nerviosa ansiedad que amarga el mejor logro<br />llevándonos a él de antemano rendidos<br />sin más que ese vacío de llegar,<br />la indiferencia extraña de lo que ya está hecho.</p> <p align="CENTER">Así que a cada vez que este temor,<br />el eterno temor que tiene nuestro rostro<br />nos asalta, gritamos invocando el pasado<br />–invocando un pasado que jamás existió–</p> <p align="CENTER">para creer al menos que de verdad vivimos<br />y que la vida es más que esta pausa inmensa,<br />vertiginosa,<br />cuando la propia vocación, aquello<br />sobre lo cual fundamos un día nuestro ser,<br />el nombre que le dimos a nuestra dignidad<br />vemos que no era más<br />que un desolador deseo de esconderse. </p> <p align="RIGHT">Jaime Gil de Biedma<br />de Compañeros de viaje. (Joaquín Horta, 1965) </p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="RIGHT"><br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;"><br /></p>Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-3272873886676651910.post-13057927211467083382010-08-27T01:54:00.008+02:002010-08-27T02:50:04.063+02:00¿Qué hay de malo en soñar despierto?<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgz2BgXuB-YeHQZRnjDr3HzgK8v3JeZVVT4ZBE_yv9C1wxCbGGuoMVjXqhLmwPOc6f7gPQMS3qE5amJc-NvgbdTSv3B7Q2EGCF61YY65VbrcyQ7RP37-e1R6kywUp5NaOAIPSXVsO5ARjp5/s1600/chiquit%C3%ADn.jpg"><img style="display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; cursor: pointer; width: 320px; height: 206px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgz2BgXuB-YeHQZRnjDr3HzgK8v3JeZVVT4ZBE_yv9C1wxCbGGuoMVjXqhLmwPOc6f7gPQMS3qE5amJc-NvgbdTSv3B7Q2EGCF61YY65VbrcyQ7RP37-e1R6kywUp5NaOAIPSXVsO5ARjp5/s320/chiquit%C3%ADn.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5509873138511171666" border="0" /></a><br /><br /><div style="text-align: justify;">Hoy, durante la comida, Ricardo me ha preguntado cómo escribiría la novela de mi vida a partir de ese momento, sin asfixias del presente ni las limitaciones de lo probable. Le he respondido que imagino que querría amar y ser amado, esa correspondencia negada tanto tiempo, así como llegar a ser escritor... Aunque las más importantes no las he querido decir, por dejarlas habitar solamente en mi mente. Mientras le respondía, con jovialidad ante la dulcísima posibilidad, no podía evitar recordar aquellas palabras de Gil de Biedma: “Aunque sea un instante, deseamos descansar. Soñamos con dejarnos. No sé, pero en cualquier lugar con tal de que la vida deponga sus espinas”. Después, a las horas, seguía pensando en qué escribiría en aquella novela vital en la que sería autor y protagonista (¿Acaso no nos dijeron siempre que eso precisamente era vivir?). Pero si imagino, si robo de los sueños del futuro un posible presente, éste queda pronto cojo y silencioso (los sueños de la mente humana se deshacen rápidamente cuando los intentamos recordar). Si con mis palabras pudiese traer a estos días una realidad a mi voluntad, no iría a la imaginación sino a lo conocido. Y precisamente buscando ahí, en lo vivido, el futuro se muestra como una sucesión de emociones y sentimientos que quedaron fuertemente cautivas en aquello que llamamos recuerdos.<br /><br />Así que voy a responder de nuevo, Ricardo, tu pregunta. Si pudiese escribir la novela de mi vida a partir de estos días, miraría unas hojas atrás y volvería a vivir algunos de estos momentos:<br /><br />Volvería a sentir la presión de los cordones de los zapatos en mi pie cuando mi padre me los ataba con fuerza mientras yo hacía equilibrio para no caer (pues él sujetaba mi pie entre sus rodillas). Sin duda jamás he vuelto a sentir con mayor claridad tanta seguridad y protección.<br /><br />Volvería a sentir la angustia del primer día de colegio, cuando lloraba en la explanada de los autobuses porque no sabía cuál era el mío y, de pronto, la mano de mi hermana cogiendo la mía.<br /><br />Volvería a sentir la ansiedad de la espera en la noche de los Reyes Magos, palpando la oscuridad y el silencio, apretando los ojos con fuerza como si por ello el sueño acudiese antes, obedeciendo ese profundo deseo de dormir para no importunar o asustar. Para finalmente caer dormido, exhausto de tanta emoción.<br /><br />Volvería a sentir la emoción de aquel viaje sobre la alfombra lanuda, surcando el cielo inmeso e inexplorado del salón de casa, con apenas comida para unos minutos y sueños para unas horas.<br /><br />Volvería a sentir esa felicidad que da el sentirse desgraciado cuando el mundo apenas me soportaba mis 17 años, y la vida era tan intensa como una canción de Barricada, yc ompleja como una disculpa.<br /><br />Volvería a sentir ese temblor excitante en aquella caseta infantil que nos resguardaba de la noche tiritante, mientras sus labios temblorosos bajo la inmensa mirada azul, aguardaban aquel primer beso tan postergado.<br /><br />Volvería a sentir su risa en mi pelo revuelto, su seno derramado sobre mi pecho, sus rizos estallando como una ráfaga incesante de caricias, mi torpeza sobre su cuerpo húmedo tras el caminar irretornable que ambos comenzamos.<br /><br />Volvería a sentir el cristal frío del tren en mi frente, las lágrimas cortando el vaho del cristal que mi lamento eclosionaba, mientras Valencia era un esperanza anónima, metálica y desflorada, a la que me dirigía sin ser esperado.<br /><br />Volvería a sentir la pintura del banco quebrándose entre mis dedos como hojas otoñales que su madera recordase, escuchando el rumor de la fuente salpicadando de reflejos la tarde, escuchando la luz que se filtraba hasta nosotros de entre las ramas de la acacia, escuchando de tu boca las palabras que realmente ninguno queríamos decir.<br /><br />Volvería a sentir en mi mirada la curva de tu espalda que flexiona la belleza penetrante de tu cuerpo, y que acaba donde empieza la tarde, y empieza la oscuridad.<br /><br />Volvería a sentir tanto momentos, tantos instantes como recuerdos tengo. Pues aunque algunos puedan parecer oscuros, melancólicos o sencillamente tristes, de alguna manera el tiempo los ennoblece y les otorga ese misterioso atractivo de lo pasado. El dolor que sana con la melancolía, los años lo convierten en nostalgia de canciones. Imagino que de volver a vivirlos, las emociones no serían las mismas, pero en parte ahí está la magia, la imposibilidad de retornar a un lugar nos empuja a su camino. Y no por desear volver a sentir lo pasado niego lo que espera, sino que por no vivido me parecerá siempre incompleto.<br /><br />Así pues, Ricardo, si pudiera escribir mi vida contando a partir de este día, creo que dejaría la pluma cerrada, y con la mayor ternura y paciencia posible, leería lo que los años escribieron hasta hoy. Pero sí pediría a quien fuese, que lo que queda por escribir se parezca, más o menos, a lo que ya he vivido,<br /></div>Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-3272873886676651910.post-80257127854480594032010-08-12T04:31:00.007+02:002010-08-12T05:54:54.681+02:00Carta en esta noche, de todas las noches.<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgDxrOCgli3PhlQtO6EHK59buXB53GZv9W3nb7_HIXC6E_7MQjMJF7xe4njkSDDq1lmF1IBoy1Ppxsh1Kl-KsJg5Lf4Dn3umWdaaCUe5CYrRGit_vVP-v8A46B8UTO_A99NFzMhBHTXSuYy/s1600/blog.jpg"><img style="display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; cursor: pointer; width: 320px; height: 240px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgDxrOCgli3PhlQtO6EHK59buXB53GZv9W3nb7_HIXC6E_7MQjMJF7xe4njkSDDq1lmF1IBoy1Ppxsh1Kl-KsJg5Lf4Dn3umWdaaCUe5CYrRGit_vVP-v8A46B8UTO_A99NFzMhBHTXSuYy/s320/blog.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5504364798809257186" border="0" /></a>
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<br /> <meta equiv="CONTENT-TYPE" content="text/html; charset=utf-8"> <title></title> <meta name="GENERATOR" content="OpenOffice.org 3.2 (Linux)"> <style type="text/css"> <!-- @page { margin: 2cm } P { margin-bottom: 0.21cm } A:link { so-language: zxx } --></style>
<br /><p style="margin-bottom: 0cm; font-family: arial;">Querido amigo:</p> <p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify; font-family: arial;">
<br /></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify; font-family: arial;">
<br /></p><div style="text-align: justify; font-family: arial;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify; font-family: arial;"> Son las tres y media de la madrugada bajo la noche de Valencia. No puedo dormir. Estaba escuchando música en silencio, poblando la la oscuridad con los pensamientos cotidianos. Ya sabes que la noche los hace más nítidos y afilados. Como siempre me ha embargado la tristeza, pero esta vez he decidido escribirte. Siento el tiempo que ha pasado sin que hayamos hablado, y siento si lo que te escribo está desordenado, incoherente, inconexo, pero imagino que así reflejará mejor lo que en estos momentos siento y pienso. Disculpa este caos, pero ahora urge más el fondo que la forma.</p><div style="text-align: justify; font-family: arial;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify; font-family: arial;">Estoy en el salón con toda la casa a oscuras, escuchando a Ben Harper, mirando hacia la calle que tiene ese color áureo tan característico del alumbrado valenciano. Esta tarde le he enseñado a Sergio unas fotos de cuando teníamos 18 años. ¿Te acuerdas? Íbamos a comernos el mundo, a hacer la revolución. Sé que es lo típico que se dice, pero es que nosotros lo creíamos firmemente. Creíamos que podíamos cambiar las cosas y que la revolución era inminente. En la foto estamos toda la pandilla junta. Mi rostro ilumina esa alegría feliz de la melancolía adolescente. Si me vieras ahora, amigo, tras tantos años... Me siento tan viejo, asustado y confuso. Era cierto aquello de que el tiempo pasaba, incluso para nosotros. ¿Qué queda de ti? ¿Qué queda de mí? No soy ni la sombra de lo que creía entonces que sería. ¿Te acuerdas el miedo que sentíamos a echar a perder nuestras vidas? ¿El miedo a sentir lo que Proust sintió con la respuesta de aquella joven? Pues ahora lo siento, ahora en la intimidad de la noche, de la oscuridad, en el momento en que ningún amigo me puede reprochar mi melancolía, ahora siento nítidamente que voy cayendo inexorablemente a un lugar, no sé dónde, donde nada cambia y, sin embargo, todo es más oscuro.</p><div style="text-align: justify; font-family: arial;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify; font-family: arial;">¿Sabes que cada día me cuesta más sonreir, y que cada día me siento más alejado de todo lo humano? Necesitaría tanto que estuvieras esta noche a mi lado, y que me dijeras que esto va a terminar, que mañana, tras la lluvia de estrellas, esta sombra que se va extendiendo dentro de mí saltara de mi mirada a la profundidad del bosque... Pero ya ni siquiera creo en la magia de lo imposible.</p><div style="text-align: justify; font-family: arial;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify; font-family: arial;">¿Esto era vivir, amigo? ¿Para esto tanto apretar los dientes y mirar adelante? ¿Para esto tanta canción, tanto discurso... tanta espera?</p><div style="text-align: justify; font-family: arial;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify; font-family: arial;">Pero déjame que te cuente algunas cosas, que ya nada sabes de mí. Me enamoré, y sólo duró unas semanas, apenas tres, pero fueron tan felices... Sí, querido amigo, por fin fui feliz completamente. Pero se terminó y su recuerdo me sigue atormentando todos los días. Ahora su forma se ha difuminado, mezclado con otros a quien quise, y los recuerdos felices son de uno y de otro. Pero también he sido bien amado, y por buenas personas. Ahora estoy solo otra vez (¿acaso no lo estuve siempre?). Sigo esperando amar y ser amado, aunque ya no lo espero mucho, y creo que ser querido es ya de por sí el mayor de los privilegios que podré alcanzar. Pero déjame que te cuenta más.</p><div style="text-align: justify; font-family: arial;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify; font-family: arial;">Tengo amigos, y son lo que de verdad me causa la felicidad que llego a sentir. No te voy a hablar de ellos porque no procede, pero sí te diré que me hacen vivir, que me hacen seguir. En cierta ocasión mi madre me dijo que cuando estuviese muy triste y no tuviese fuerzas para vivir, pensara en aquellos que me quieren y que, por ellos, encontrara fuerzas para que mi estar les ayudase a vivir. Así ha sido hasta ahora. Pero es que ahora ni siquiera estoy convencido de que consiga eso. La fortaleza que siempre pretendí y que vosotros creísteis (y os ayudaba a vivir, como tú me decías) ya se ha descubierto con toda su terrible desnudez. </p><div style="text-align: justify; font-family: arial;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify; font-family: arial;">Tú supiste del mal que me corroe, y ahora algunos de mis amigos lo conocen. No sabes cómo me consume, cómo, y cómo me arrastra a la desesperanza, a la indefensión. Por cierto, ya no guardo rencor a mi madre por escribir aquella carta, ahora sé que me ayudó a creer en un futuro mejor y que ello me permitió seguir adelante, aunque ahora ese futuro se revele más triste y ceniciento de lo que era aquel pasado. Pero no creo que pienses que todo está mal, porque no es así. Todavía me queda la literatura y los amigos. Todavía es suficiente.</p><div style="text-align: justify; font-family: arial;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify; font-family: arial;">También quiero decirte que estas vacaciones están siendo un poco grises. ¡Qué iluso fui! Creía que podría volver a huir, que podría empezar de nuevo. Sí, lo sé, no es la primera vez, no debería haber caído. Pero es que esta vez necesitaba creer que era verdad. Tú me entiendes ¿verdad? Necesitaba creerlo. Y ahora te escribo desde el silencio de mi noche para decirte que no pude. Lo intenté, ¡Dios sabe que lo intenté! Pero no pude, y sin embargo me quedé tan cerca...</p><div style="text-align: justify; font-family: arial;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify; font-family: arial;">Pero no te preocupes, mañana amanecerá y todo parecerá más limpio, aunque para eso quedan unas horas, y ahora los recuerdos se agolpan en mi angustia. Tranquilo, algunas cosas no han cambiado, y una de ellas es ésa. Mañana lo intentaré otra vez. Mañana será posible, aunque esta noche sepa que no.</p><div style="text-align: justify; font-family: arial;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify; font-family: arial;">Bueno, voy a ir acabando. ¿Sabes? Casi no pude contener las lágrimas cuando leía El Príncipito en La Albufera con Cristian. No puedo evitar preguntarme siempre que lo leo, si el principito no tendrá un espacio en su pequeño planeta para mí. Daría tanto por ver las puestas de sol a su lado, y podríamos ver tantas como quisiésemos con sólo mover un poco nuestras sillas... Daría tanto por tener sólo una flor, tres volcanes (uno extinto) y un cordero... Daría tanto porque una bandada de avez migratorias me llevaran con él, Lejos, muy lejos, tan lejos...</p><div style="text-align: justify; font-family: arial;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify; font-family: arial;">
<br /></p><div style="text-align: justify; font-family: arial;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify; font-family: arial;">Ahora sí me despido. Sólo me resta decirte que, aunque no estés, siempre estás. Echo tanto de menos tu amistad que nunca rozas si quiera el olvido a pesar de los años de silencio.</p><div style="text-align: justify; font-family: arial;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify; font-family: arial;">
<br /></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify; font-family: arial;">Un abrazo de tu amigo.
<br /></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify; font-family: arial;">
<br /></p><div style="text-align: justify; font-family: arial;"> </div><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify; font-family: arial;">Javitxu</p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify; font-family: arial;">
<br /></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify; font-family: arial;">
<br /></p><div style="text-align: justify;"> </div>Unknownnoreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-3272873886676651910.post-63934229351949068452008-10-15T16:22:00.002+02:002008-10-15T16:40:42.919+02:00Un adiós incierto<div align="justify">Comencé a escribir el blog hace más de un año. Si no recuerdo mal, fue más o menos en Agosto, o quizás un poco antes. En la idea original, quería que fuese un año y luego cerrarlo para agrupar los articulitos para hacer un libro. Además, necesitaba decir algunas cosas, tanto de opiniones como de sentimientos, y creo que algo de eso he conseguido. Ya ha pasado un año, y estoy enfrascado en un proyecto literario, es decir, que estoy escribiendo una novela. La buena noticia, es que avanza satisfactoriamente y ya tengo el primer capítulo, lo malo respecto al blog, es que consume todos mis recursos creativos y, en parte, vitales. Lo cierto es que estoy agotado de escribir, y dedico todas las fuerzas al libro. Por cierto, aquellas personas que tengan interés en leer el capítulo del libro, les ruego que me lo digan y se lo envío por correo electrónico, me encantará saber vuestra opinión.<br /><br />Mirando atrás, me sonrío al pensar que comenzara en Valencia, o más bien, en Lisboa, y termine en Granada. ¡Qué ironía! De vez en cuando leo los comentarios y rememoro el tiempo en el que fueron escritos. Muchas de las personas que escribieron en él desaparecieron de mi vida, algunas las dejé de amar y otras perdieron mi amistad, o yo la suya. Pero al leer los comentarios, me gusta pensar que aquellas palabras correspondían a un tiempo real y a unos sentimientos claros. Casi podría decir, que poca gente que conoció el comienzo del blog, permanece a mi lado. Mucha sí, claro, y probablemente ya permanecerá siempre, otra se incorporó tarde y pueden leer el final a mi lado, y hay otros que aún incorporándose tarde, no llegan a leer este final. Pero creo que los más queridos, o mejor dicho, queridas, son las que sin conocerme, me han leido con asiduidad. Creo que es lo más hermoso de haberlo escrito.<br /><br />Voy a cerrar temporalmente el blog. No sé cuánto tiempo, puede que dentro de un mes quiera volver a escribir, pero me temo que tendré que tener bastante avanzado el libro para volver al blog. No significa que vaya a cerrar la página, sino que voy a actualizar, así, si algún día quiero regresar, pues sólo tengo que escribir. En el fondo, estoy seguro de que volveré a él algún día.<br /><br />Así pues, con tal entender, todos sentidos humanos conservados, me despido de las personas que leyeron este blog, aunque ya no lo hagan, y también los que lo habéis leido. Espero que os haya gustado, y que en alguna ocasión, emocionado. Para mí ha sido un placer escribirlo, y una vía de escape en momentos difícil o tristes, así que estoy asumiendo el riesgo de su temporal abandono.<br /><br />Un abrazo a todos y muchas gracias.<br /><br />Javitxu </div>Unknownnoreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-3272873886676651910.post-64667974709721351362008-09-17T22:49:00.004+02:002008-09-17T22:55:58.668+02:00Granada. Valencia. Y el permanente cambio.
<br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjxQp5AH_OHXPUgyBnQRaM4RZ7KZcfuzUzm08Zh8MDMW2aakgu8V5XkMS2WI3s6D-E0eFnD8KGK1ehO0JjP3krQCWpj82HpN8bVcmYes5aMVCV3swhTD-1zMjbVS1WH-EHBPREbbm2gntvf/s1600-h/alhambra-de-noche-1280x768.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 392px; height: 154px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjxQp5AH_OHXPUgyBnQRaM4RZ7KZcfuzUzm08Zh8MDMW2aakgu8V5XkMS2WI3s6D-E0eFnD8KGK1ehO0JjP3krQCWpj82HpN8bVcmYes5aMVCV3swhTD-1zMjbVS1WH-EHBPREbbm2gntvf/s320/alhambra-de-noche-1280x768.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5247096771188542866" border="0" /></a>
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<br /><meta equiv="CONTENT-TYPE" content="text/html; charset=utf-8"><title></title><meta name="GENERATOR" content="OpenOffice.org 2.4 (Win32)"><style type="text/css"> <!-- @page { size: 21cm 29.7cm; margin: 2cm } P { margin-bottom: 0.21cm } --></style>
<br /><p style="margin-bottom: 0cm;" align="justify"> Frente a mí, Granada amanece bajo una bruma que la cubre, desdibujando sus formas y provocando la indefinición de las calles, de las que surgen, como una constelación dorada, una marea heterogénea de farolas y semáforos. Sobre el cielo calinoso que se eleva unos metros del suelo, apenas lo suficiente para sepultar los edificios, sólo emerge, somnolienta, la torre de la catedral, como un cuello robusto que hubiese perdido la cabeza de mármol. La Alhambra, desde su atalaya arbolada, observa este cotidiano amanecer, mientras sus focos sólo iluminan el color terroso de pequeñas zonas de la muralla, pues la alborada ya se mezcla con la luz artificial, y convierte los focos en una voz apagada y melancólica. Sin duda, Granada sigue hermosa, magnífica, y aunque algunos edificios modernos la acechan en los suburbios, los siglos siguen jugueteando en las calles a sus juegos infantiles. Sin embargo, ¿Quién lo diría? Echo de menos Valencia. ¡Con lo que me costó vivir en Valencia después de haber vivido en Granada! Y ahora que estoy en Granada, en las escaleras de la catedral, paseando por el Albaicín... no dejo de pensar en Valencia. Miro Granada, la toco, la siento con cariño, pero con un cariño pasado, como el que sentimos al encontrarnos con la fotografía de alguien que amamos en el pasado y del que guardamos un buen recuerdo. Pienso en lo que me costó el cambio, en lo cerca que estuve de volverme al abrazo siempre cálido de la Alhambra, en cuya piel queda la luna impregnada, bruñe las piedras de la calzada y te envuelve en un ambiente atemporal. Todo eso ha quedado atrás, y siento que su beso es distante y extraño, como el beso de alguien que ya no amamos pero que todavía no se lo hemos dicho.</p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="justify">
<br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="justify"> Fue precisamente en Granada donde conocí el Kybalion, el libro donde se reproducen las leyes últimas de todas las cosas, y que es la raíz del conocimiento hermético. Con él aprendí que todo en el universo está en permanente movimiento, que todo cambia continuamente, que lo estático es la ausencia de vida. Como el ojo necesita movimiento para definir las formas, la vida afectiva humana necesita cambios para crearse una identidad. Sin embargo, no dejo de sorprenderme de cómo cambian los sentimientos. Recuerdo que en esa esquina, cerca de la plaza de Gran Capitán, esperé durante media hora a que su cuerpo se distinguiera entre la gente y pudiera ver sus ojos azules iluminarlo todo, y cómo temblaba si me miraba, y qué valor le daba a cada una de sus palabras y lo ridículas que siempre me parecían mis respuestas. Ahora no sé nada de él, y no lo deseo, bueno, si lo pienso, siento una curiosidad descuidada, como la que sentimos al leer la contraportada de un libro que no vamos a comprar. Sin embargo, pasar por esa calle me ha recordado a él, como si estuviese impregnado ese momento en alguna pared de la calle. Tanto amor se perdió sin darme ni cuenta. Todo cambia. Aquellas personas que se fueron airadas, hoy vuelven, y aquellas que juraron lealtad. se pierden, a quien amé, hoy he olvidado, y a quien olvidé, aparece en una esquina de Granada. La vida, entonces, pasa a ser un ente vivo, ajeno a nuestra voluntad, que nos conduce de una situación a otra, como un navío desarbolado.</p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="justify">
<br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="justify"> Ahora la luna se eleva sobre el Albaicín y deja un rastro vertical, como de clavel ebúrneo, que va desde el cielo hasta mí. Es curiosa esa intimidad que da la luna a todo aquel que la mira, pues alarga su brazo de marfil vaporoso hasta nuestras manos, y nos hace cómplice de su soledad y belleza. El Paseo de los Tristes sigue mágico, pero ahora el río, algo animado, surca el silencio dándole humedad y calma. ¡Qué hermosa es Granada! ¡Qué bonito el reencuentro de algo amado cuando es efímero! Pero ya siento que la bulliciosa Valencia me llama a lo lejos, como una madre que aunque no cuide de sus hijos los ama infinitamente. Puede que un amor diferente, incomprensible para quien no es amado de esa forma, pero yo, que sí lo soy, os digo que da calor, y da nostalgia. Imagino que llegará el día, quizás pronto, en que Valencia será la visita, y otra ciudad me espere, como también habrán otras personas que me llamen, y otras que me deseen,y me odien, claro. El problema es que este continuo movimiento, esta permanencia ilusoria, me impide ser pleno en mi trato con los demás, y con lo que me rodea, por saberlo circunstancial no me entrego del todo, y últimamente ni siquiera en parte. Así que miro a la gente como miro a Granada, como un recuerdo, a veces hermoso, a veces incómodo, pero como algo que no cesa, un ir y venir constante. ¿Cómo amar cuando uno sabe que todo pasa? ¿Cómo ser íntimo si sabemos que la intimidad de hoy será el olvido del mañana? Necesito echar raíces, necesito detener mi pensamiento, detener mi corazón y poder ver con claridad. Pero no llega ese tiempo, no llega, y siento que las personas que me abrazan, se separan cada vez más heridas, más aturdidas. </p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="justify">
<br /></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="justify"> Si pudiera quedarme a vivir en este recodo de río, flanqueado por los muros de la alhambra y por las primeras casas del Albaicín, si pudiera descansar en este arco árabe del que sólo queda la columna y medio arco, si pudiera habitar los arbustos que del muro del río sobresalen, si pudiera permanecer detenido alguna vez...</p> Unknownnoreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-3272873886676651910.post-34221755190783328742008-09-05T02:12:00.002+02:002008-09-05T02:22:10.365+02:00Una nana para ti<div style="text-align: justify;"><br />Busco palabras que te serenen, que puedan alcanzar tu inquietud y la calmen, como se calma, poco a poco, la tormenta sobre el cristal de mi cuarto, y va dejando un repiqueteo suave de gotas que caen lentamente sobre él. Quiero hacerte un canto delicado, que pueda susurrarte al oído para que se deslice, como esas gotas, hasta tu miedo y lo hagan ceniza. Busco las palabras absolutas, consteladas, pero no las encuentro, así que te pido que cierres los sentidos del mundo exterior y recuerda aquello que viviste, junto a mí, y nos hizo felices durante unos segundos. Dame una sonrisa al final y estaré satisfecho.<br /></div><div style="text-align: justify;"><br />Busca aquella noche, tumbados en mi cama, con la luz apagada, escuchando canciones tristes. Tu cuerpo, desconocido para mí, se mostraba como un misterio maravilloso que ocultaba el mecanismo que lo hacía temblar a mi lado. Busca ese primer beso en tus labios inmóviles, temerosos, y busca mis primeras palabras para arrancarte una pequeña risa. Por entonces ya eras la fortaleza de altos muros y paredes de cristal que sigues siendo hoy. ¿No oyes la música atravesando la noche y envolviéndonos a los dos? Yo la oigo.<br /><br />Busca ese carámbano de atardecer roto lentamente hasta tocar, con las puntas de los pies, las cálidas aguas de la Albufera. La tarde era un espacio rojizo sobre el que nos arrojaba el pequeño puerto sobre el que estuvimos hablando. ¿Recuerdas las carpas saltando sobre la superficie y chapoteando el silencio que nos observaba tranquilamente? ¿Recuerdas el tacto suave y aterciopelado de la madera del puerto? ¿Y la barca partiendo la superficie del agua desnudando pequeñas olas que subían levemente el agua en nuestros tobillos y los besaba?<br /><br />Busca ese lugar que descubrimos, en un pueblo mudo, a la salida de la autovía, donde una fuente de piedra y un inmenso árbol guardaban aquel vergel en mitad del páramo. Recuerda el hilillo de agua que caía de la fuente y formaba un riachuelo que variaba de forma y tamaño, como en lel ibro de Alicia en el País de las Maravillas. Recuerda mi ilusión con aquel cangrejo de río, manco, rojizo manzana, que caminaba con torpeza entre los guijarros . Tu risa ante mi inocencia urbanita te crecía y, con cariño, me reservabas más grandes y mejores cangrejo en tu pueblo. Recuerda el agua fría de la fuente sobre tu rostro, y cómo toda la maleza te empapaba la cara.<br /><br />Busca la tormenta azotando la casa abandonada, busca el ruido de puertas cerrándose a nuestras espaldas, provocando miedo y alegría en nuestra soledad. Busca el sonido salvaje de las cañerías quebradas del tejado, sobrepasada su piel metálica herida por tantos puntos, y formando cascadas violentas que se estrellaban contra el suelo, mientras tú y yo dudábamos en la cercanía. de nuestros cuerpos Busca. Busca también en los tejados de Utiel y mientras me explicas porqué las vigas son más finas de lo que pensaba, y cómo algún día todo aquello te pertenecerá.<br /><br />Busco. Y encuentro aquella presa inacabada que desviaría el río ante nuestra infancia resurgida. Encuentro mis dedos congelados en la moto y tu voz, entre risas, rompiendo el frío y la llovizna. Yo encuentro tus ojillos perdidos en el horizonte tan breve de tu mirada. Encuentro tu cuerpo a mi lado, en la madrugada, siempre velando mi sueño. Yo encuentro la gota del gel que me desespera, y que avanza en partes mínimas por tu cuerpo en la ducha. Encuentro tu voz calmándome al teléfono, creyendo en mí más que yo mismo, y una ternura infinita me embarga al ver tu mano buscando la mía. Yo encuentro la calma en todos esos recuerdos, y la encuentro en las cosas de ti que no me gustan, y las que me gustan, la encuentro en tu voz si se acerca a reposar humildemente a mi lado.<br /><br />Es una nana, o eso pretendía, es un canto breve para que te calme, para que ayude en estos días difíciles para ti. No puedo dar más, no sé dar más, esto es todo a lo que llego para acariciarte, para que no me temas. Esto es todo lo que mi palabra pretende para darte calor al abrazarte, y es todo lo que mi voz no sabe decir. Es tu nada y te la canto susurrándote a la oreja, suave, muy suave, ya duermes. Es tu nana.<br /></div>Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-3272873886676651910.post-39356386065865815752008-08-19T00:26:00.020+02:002008-08-19T23:40:14.757+02:00Carta abierta<meta equiv="CONTENT-TYPE" content="text/html; charset=utf-8"><title></title><meta name="GENERATOR" content="OpenOffice.org 2.4 (Win32)"><style type="text/css"> <!-- @page { size: 21cm 29.7cm; margin: 2cm } P { margin-bottom: 0.21cm } --> </style> <p face="times new roman" style="margin-bottom: 0cm;" align="justify"></p><p style="margin-bottom: 0cm; font-weight: bold;font-family:times new roman;" align="justify"><span style="font-size:100%;">Querido Tú:</span></p><p style="margin-bottom: 0cm; font-weight: bold;font-family:times new roman;" align="justify"><span style="font-size:100%;">
<br /></span></p><p style="margin-bottom: 0cm; font-weight: bold;font-family:times new roman;" align="justify"><span style="font-size:100%;">Te escribo esta carta, pública, abierta, porque una vez más he estado a punto de escribirte un correo, a sabiendas de que ni lo leerías ni, lo que es más importante, lo desearías. No te digo que me duela que las cosas ahora sean así, bueno, sí que me duele, pero no es un dolor agudo, ése fue al principio, pero ahora es un dolor latente, casi invisible a la conciencia, pero que alcanza tantas áreas de mi vida cotidiana, que parece que casi todo está impregnado de ti, de tu ausencia, quiero decir. Una vez más acudo a Goytisolo, y digo que “no es una poesía gota a gota pensada, no es bello producto, no es un fruto perfecto, es lo más necesario, lo que no tiene nombre, son gritos en el cielo y en la tierra son actos”. Y es que los pensamientos silenciosos, aquellos que tenemos cuando miramos algún punto infinito, indeterminado, y caemos dentro de nosotros mismo, ésos los habitas de una manera tan constante, que ya estoy cansado de no dar cuerpo a tu nombre tantas veces retornado. </span></p> <p style="margin-bottom: 0cm; font-weight: bold;font-family:times new roman;" align="justify"><span style="font-size:100%;">
<br /></span> </p> <p style="margin-bottom: 0cm; font-weight: bold;font-family:times new roman;" align="justify"><span style="font-size:100%;">Si supieras cuántas veces escuché esa canción junto a la imagen de tu recuerdo, ésa que nunca te dediqué y que ahora toma tu nombre por título. Me hubiera gustado mucho decirte que cuando la escucho pienso en ti, y en mí, pienso en ese mundo íntimo que compartíamos, aquel tan ajeno a la razón como cercano al sentimiento vivido, a aquella angustia que penetra en nosotros, bordando la vida de las personas con ricos motivos, y que altera, por siempre, nuestras vidas y nuestras emociones. Ya sabes de qué hablo, estoy seguro, sé que tú lo sabes, yo también, pero nadie más lo sabía, y éso nos hacía tan cercanos, pero tanto, que casi sentía más propio el latir de tu corazón que el del mío. No te preocupes ya no sufro como antes, no es eso lo que quería decir, es sólo que te echo tanto de menos que, a veces, necesito escribirte, como hoy, como tantas otras veces. Necesito decirte que esta tarde, una niña dijo, cerca de mí, una frase que en muchas ocasiones jugueteó en tu boca, que me he acercado a ella y le he sonreído con tanto cariño, tanta nostalgia, que ella, a pesar de su breve edad, ha comprendido, estoy seguro, mi emoción, y también me ha sonreido. Decirte que paso todos los días por la pared de la estación, y revivo tu sonrisa, tu sorpresa siempre desparramada en risas, y revivo también tu abrazo nervioso (siempre lo estabas cuando me tenías cerca). Luego el recuerdo se deshilacha y deja una ceniza densa y metálica en mí.</span></p> <p style="margin-bottom: 0cm; font-weight: bold;font-family:times new roman;" align="justify"><span style="font-size:100%;">
<br /></span> </p> <p style="margin-bottom: 0cm; font-weight: bold;font-family:times new roman;" align="justify"><span style="font-size:100%;">No recuerdo con precisión tus besos, pues todos son más o menos iguales, pero sí recuerdo perfectamente tu cuerpo, creo que hasta el último punto, la última imperfección, perfecta a mis ojos, y podría reconstruirlo con el barro de tus recuerdos, como un alfarero... ¡Ojalá luego pudiera darle vida! Si eso fuera posible, lucharía por amarte más, por remendar mis errores, por tantos y tantos besos apartados, presos en mi reticencia asesina a tus aspiraciones. Te diría, también, que todavía busco tus piernas en la noche, para tocarlas y saber que estás cerca, junto a mí... ¡Eso me tranquilizaba tanto! Todavía uso tus frases, todavía me río, casi diría que más que al principio... ¡Qué ingenio tenías! ¿Cómo me sorprendías tantas veces al día? No he amado igual desde entonces, y es que siento que no puedo, es que me parece que otra pérdida como la tuya sería demasiado.</span></p> <p style="margin-bottom: 0cm; font-weight: bold;font-family:times new roman;" align="justify"><span style="font-size:100%;">
<br /></span> </p> <p style="margin-bottom: 0cm; font-weight: bold;font-family:times new roman;" align="justify"><span style="font-size:100%;">Pero nada de esto es posible ya... Tendré que seguir sonriendo para mí, y decir a quien está a mi lado “...nada, cosas mías”, para disfrutar, durante unos segundos, como un caramelo dulce y peligroso, de algún momento que vivimos juntos y que por alguna razón, ha vuelto a mí. Seguro que me guardas rencor, seguro que piensas que te odio, o que te aborrezco, bueno, no pasa ndad, imagino que es lo mejor para ti. Yo no te odio, ni pienso mal de ti, es más, tu recuerdo me ayuda a vivir, aunque es cierto que también me asfixia en noches de confusión como ésta, y también es cierto que veo tu mirada furtiva en la de aquellos que pretenden besarme... Pero a pesar de ello, a pesar de la rabia, de la impotencia y de la melancolía, a pesar de todo eso, en cada lágrima que me has conseguido arrancar, en cada tristeza o cada silencio que me provocas, encuentro todavía esperanza, encuentro todavía un motivo suficiente para mirarte a los ojos de la imaginación y ofrecerte una sonrisa.</span></p> <p style="margin-bottom: 0cm; font-weight: bold;font-family:times new roman;" align="justify"><span style="font-size:100%;">
<br /></span> </p> <p style="margin-bottom: 0cm; font-weight: bold;font-family:times new roman;" align="justify"><span style="font-size:100%;">Repito una frase tuya y rio. Señalo una nube y te pregunto por su futuro. Veo un río y busco su nombre en tu mirada, siempre trémula y temerosa. Pero ahora, cuando me pregunto por ti, te hallo feliz en brazos de otra persona... Sin embargo, no me importa, ojalá sea así y ojalá esa persona te de lo que yo no supe darte. No fue culpa tuya, ni mía, la culpa no tiene sentido cuando se habla de amor... Hay tantas cosas que decirte, tantas canciones que no te dediqué, tantas... Sé que es estúpido pensar en eso ahora, pero los pensamientos, como los sentimientos, navegan caprichosamente por nuestra conciencia, ajenos a nuestra voluntad, nebulosa tiránica del silencio. Ha pasado un año, y otro viaje sin ti, pero otro viaje para ti.</span></p> <p style="margin-bottom: 0cm; font-weight: bold;font-family:trebuchet ms;" align="justify"><span style="font-size:100%;">
<br /></span></p><p style="margin-bottom: 0cm; font-weight: bold;font-family:times new roman;" align="justify"><span style="font-size:100%;">Así, tal y como escribe Jorge Manrique; "Así, con tal entender, todos sentidos humanos conservados..." te escribo esta carta, </span><span style="font-size:100%;">a pesar de que no la vayas a leer, ni ninguna que te pueda escribir, a pesar de revivir aquellos días y de dar letra a tu cuerpo siempre presente, a pesar de todo ello, te escribo esta carta. Aunque ya no sirva de nada, quiero decirte, una vez más, que te echo de menos, y que gracias, gracias por todos los días que me hiciste sentir feliz.
<br /></span></p><p style="margin-bottom: 0cm; font-weight: bold;font-family:times new roman;" align="justify"><span style="font-size:100%;">
<br /></span></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: right; font-weight: bold;font-family:times new roman;"><span style="font-size:100%;">Un beso</span></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: right; font-weight: bold;font-family:times new roman;"><span style="font-size:100%;">Javitxu</span></p><p style="margin-bottom: 0cm; text-align: right; font-weight: bold;font-family:times new roman;"><span style="font-size:100%;">
<br /></span></p> <p style="margin-bottom: 0cm;" align="justify">
<br /></p> Unknownnoreply@blogger.com9