¡Qué grande es Woody Allen! Debería estar estudiando a los acadios y los sumerios, pero estoy cansado, realmente agotado, llevo todo el día estudiando desde que me lenvanté, y ya son las tres de mañana. Un poco de Woody me hará bien. Así que paso de la antigua y fascinante Mesopotamia con sus Zigurats y sus jardines colgantes, a esa atropellada y sucia Manhattan de Woody. Me encantan sus guiones, me encanta su personaje, y me siento profundamente identificado con el humor absurdo y a la par lúcido de sus palabras. A veces me siento como él, es decir, como un pequeño ser, convulso, inadaptado y neurótico, que utiliza el humor para vivir sin caer en la locura, por lo menos demasiado. Ver una de sus películas es como leer, entre carcajadas, el durísimo comienzo de “El lobo estepario” de Herman Hess. No sé, o como “El proceso” de Kafka, sintiéndome un recluso aturdido e ignorante de su crimen, que sin saber cómo, ha ido a parar a las entrañas de ese sistema ajeno y disparatado. Pero Woody consigue que ante el dramático desconcierto y la melancolía de estar perdidos, y entre antidepresivos y Valiums, el absurdo robe gravedad al problema y lo haga gracioso.
La verdad es que nunca entendí a las personas que decían que no les gusta porque siempre hace el mismo papel. ¡Pero es que trasciende el argumento de una película! Woody Allen es una forma de ver el mundo, de expresar el desconcierto. ¡Una crítica levemente buscada y absolutamente alcanzada! ¡Pero es que Charles Chaplin siempre hizo también el mismo papel! (He de decir que amo profundamente a Chaplin, desde que tengo uso de razón) ¡Incluso Groucho Marx! Ellos tres son, a mi parecer, los mayores genios del humor en el cine. Podemos reirnos de sus chistes, y lo hacemos, pero también podemos buscar al ser humano comprometido mediante el ridículo, con su realidad, y comprender la melancolía entre las carcajadas.
Chaplin comenzó con cortos de golpes, caídas y rápidas persecuciones. El humor era evidente y fácil, pero pronto fue evolucionando y trascendiendo, al igual que Allen, la mera ocurrencia graciosa. El personaje de Chaplin es encantador, cautivador. Es un pobre, o empobrecido, personaje educado, cortés y elegante que, siempre envuelto en la miseria, persiste en no perder nunca la dignidad y la honradez. Es decir, salvando los 60 años que les separan, lo veo algo semejante a Woody Allen, un ser claro ante una sociedad que le sobrepasa. Pero Chaplin comenzó a hacer una reivindicación política muy fuerte. No me refiero exclusivamente a casos evidentes como “El gran dictador”, sino a otras más sutiles, pero no por ello menos geniales. Una de las mejores críticas al capitalismo industrial que, según mi criterio, que yo he visto, es “Tiempos modernos”. Pero hay otros, “Luces de ciudad”, “La quimera del oro”, “El chico”, etc, son enormes gritos a una sociedad que se desbocaba hacía el abismo de la desigualdad. Todo ello con escenas que jamás desaparecerán de la historia del cine, y que, 50 años después, nos siguen provocando las mismas carcajas.
Groucho también es genial, igualmente genial. Su absurdo llega al extremo de burlar tanto la dialéctica, que hace tambalear inquietantemente los pilares básicos del idioma. A menudo leo algunos textos que tengo suyos. Los leo una y otra vez, y cada vez me río más. Ciertas frases suyas las repito mentalmente como un mantra. Frases del absurdo más absoluto tales como "Fuera del perro, un libro es probablemente el mejor amigo del hombre, y dentro del perro probablemente esté demasiado oscuro para leer." Me parece tal dominio de la palabra, que a parte de la risa, me deja conmocionado.
No podría contar, casi ni imaginar, las horas que he pasado con estos tres genios, pero las agradezco tanto… Tantas y tantas veces me han calmado, me han ayudado a serenar mi confusión, que me une a ellos una intimidad especial, única. Con ellos consigo pensar con claridad. A veces me pongo sus películas para pensar en cosas mías, y es que me ayudan, crean el ambiente de complicidad necesaria para hablar conmigo mismo sin reproches ni excesos.
Esta noche, Woody me ha ayudado a olvidar el agobio durante horas y ha sabido despertarme unas risas. Ya para mañana queda el estudio del Antiguo Egipto. Pero eso será mañana, Woody ha ganado. Ha ganado una vez más.