viernes, 27 de agosto de 2010

¿Qué hay de malo en soñar despierto?



Hoy, durante la comida, Ricardo me ha preguntado cómo escribiría la novela de mi vida a partir de ese momento, sin asfixias del presente ni las limitaciones de lo probable. Le he respondido que imagino que querría amar y ser amado, esa correspondencia negada tanto tiempo, así como llegar a ser escritor... Aunque las más importantes no las he querido decir, por dejarlas habitar solamente en mi mente. Mientras le respondía, con jovialidad ante la dulcísima posibilidad, no podía evitar recordar aquellas palabras de Gil de Biedma: “Aunque sea un instante, deseamos descansar. Soñamos con dejarnos. No sé, pero en cualquier lugar con tal de que la vida deponga sus espinas”. Después, a las horas, seguía pensando en qué escribiría en aquella novela vital en la que sería autor y protagonista (¿Acaso no nos dijeron siempre que eso precisamente era vivir?). Pero si imagino, si robo de los sueños del futuro un posible presente, éste queda pronto cojo y silencioso (los sueños de la mente humana se deshacen rápidamente cuando los intentamos recordar). Si con mis palabras pudiese traer a estos días una realidad a mi voluntad, no iría a la imaginación sino a lo conocido. Y precisamente buscando ahí, en lo vivido, el futuro se muestra como una sucesión de emociones y sentimientos que quedaron fuertemente cautivas en aquello que llamamos recuerdos.

Así que voy a responder de nuevo, Ricardo, tu pregunta. Si pudiese escribir la novela de mi vida a partir de estos días, miraría unas hojas atrás y volvería a vivir algunos de estos momentos:

Volvería a sentir la presión de los cordones de los zapatos en mi pie cuando mi padre me los ataba con fuerza mientras yo hacía equilibrio para no caer (pues él sujetaba mi pie entre sus rodillas). Sin duda jamás he vuelto a sentir con mayor claridad tanta seguridad y protección.

Volvería a sentir la angustia del primer día de colegio, cuando lloraba en la explanada de los autobuses porque no sabía cuál era el mío y, de pronto, la mano de mi hermana cogiendo la mía.

Volvería a sentir la ansiedad de la espera en la noche de los Reyes Magos, palpando la oscuridad y el silencio, apretando los ojos con fuerza como si por ello el sueño acudiese antes, obedeciendo ese profundo deseo de dormir para no importunar o asustar. Para finalmente caer dormido, exhausto de tanta emoción.

Volvería a sentir la emoción de aquel viaje sobre la alfombra lanuda, surcando el cielo inmeso e inexplorado del salón de casa, con apenas comida para unos minutos y sueños para unas horas.

Volvería a sentir esa felicidad que da el sentirse desgraciado cuando el mundo apenas me soportaba mis 17 años, y la vida era tan intensa como una canción de Barricada, yc ompleja como una disculpa.

Volvería a sentir ese temblor excitante en aquella caseta infantil que nos resguardaba de la noche tiritante, mientras sus labios temblorosos bajo la inmensa mirada azul, aguardaban aquel primer beso tan postergado.

Volvería a sentir su risa en mi pelo revuelto, su seno derramado sobre mi pecho, sus rizos estallando como una ráfaga incesante de caricias, mi torpeza sobre su cuerpo húmedo tras el caminar irretornable que ambos comenzamos.

Volvería a sentir el cristal frío del tren en mi frente, las lágrimas cortando el vaho del cristal que mi lamento eclosionaba, mientras Valencia era un esperanza anónima, metálica y desflorada, a la que me dirigía sin ser esperado.

Volvería a sentir la pintura del banco quebrándose entre mis dedos como hojas otoñales que su madera recordase, escuchando el rumor de la fuente salpicadando de reflejos la tarde, escuchando la luz que se filtraba hasta nosotros de entre las ramas de la acacia, escuchando de tu boca las palabras que realmente ninguno queríamos decir.

Volvería a sentir en mi mirada la curva de tu espalda que flexiona la belleza penetrante de tu cuerpo, y que acaba donde empieza la tarde, y empieza la oscuridad.

Volvería a sentir tanto momentos, tantos instantes como recuerdos tengo. Pues aunque algunos puedan parecer oscuros, melancólicos o sencillamente tristes, de alguna manera el tiempo los ennoblece y les otorga ese misterioso atractivo de lo pasado. El dolor que sana con la melancolía, los años lo convierten en nostalgia de canciones. Imagino que de volver a vivirlos, las emociones no serían las mismas, pero en parte ahí está la magia, la imposibilidad de retornar a un lugar nos empuja a su camino. Y no por desear volver a sentir lo pasado niego lo que espera, sino que por no vivido me parecerá siempre incompleto.

Así pues, Ricardo, si pudiera escribir mi vida contando a partir de este día, creo que dejaría la pluma cerrada, y con la mayor ternura y paciencia posible, leería lo que los años escribieron hasta hoy. Pero sí pediría a quien fuese, que lo que queda por escribir se parezca, más o menos, a lo que ya he vivido,

2 comentarios:

Anónimo dijo...

con lo que duele.... ten cuidado...
xxx jose

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho Javi... yo por mi parte, relacionado a ti:
Volvería a intentar a hacer cabriolas contigo en el césped de industriales (dónde está la vieja locomotora) mientras te reías conmigo por lo patoso que yo era.
Volvería a perderme, o mejor dicho perderte,a los dos en la moto.

Un abrazo,
Rafa