martes, 4 de enero de 2011

Para ti.


“Cada vez me cuesta más encontrar un sentido a la vida”. Rafa mira a la plaza con los ojos abrasados, quebrados, mientras rinde sus palabras derrotadas contra el mármol pálido y salpicado de la Fuente del Turia. Cuando Rafa crepita la tristeza nunca pasa mucho tiempo en su bramido, y uno parece observar cómo un ave se aleja tras un descanso volátil y frágil como su vuelo. Me cuesta ver a Rafa así porque para mí él es acogimiento, calor, descanso… hogar. Quizás él sea lo más cercano a un hogar que he sentido nunca. Y me siento aturdido, asustado, como un niño que ve llorar a su padre por primera vez. Apoyo mi cabeza en su hombro y cierro mi silencio sobre él. Nada de lo que le pueda decir será nuevo entre nosotros, creo que ya nos hemos dicho todo lo importante, y ahora sólo queda ese silencio cómplice, como columnas de aire que sostienen el tiempo ya imperecedero entre dos amigos. Me gustaría tanto poder acoger tu dolor con la misma firmeza, el mismo calor, la misma delicadeza, con el que tú acoges el mío… entonces me acuerdo de esa canción de Aute que dice: “hoy daría lo que fuera porque mi mano y mi mente sean capaces de sentir lo que una escribe, y escribir lo que otra siente”. Pero sólo puedo estar a tu lado en silencio. Entonces querría ser cuento de Miguel Hernández, y que alguien me leyera para calmar tu daño.


Pero la plaza no se inmuta por nosotros. Los niños corren y caen tras las palomas, las parejas comparten helados, unos chicos tocan una guitarra en sus escalones, otros venden cervezas como si lanzasen palabras aterradas que alivian en un suspiro. No, nada se inmuta, y nada cesa. El Miguelete mira a lo lejos asomando su espalda de piedra atrayendo mi mirada que no sabe dónde posarse, cansada de tanto suelo atronador. Una campanada llega hasta nosotros y se abre como una flor que ardiese en las conversaciones de la gente. En ese instante pienso que tus lágrimas serán las mías, como eran tuyas las mías, y que el tiempo nos conduce a todos por los mismos senderos, que las emociones humanas son limitadas y todos pasamos por ellas, que las razones se alcanzan y se construyen, y casi todos las poseemos en algún momento, pero por mucho que nos alivien un tiempo, al final se harán insuficientes y, finalmente, innecesarias. Y que lo único que finalmente permanece es, paradójicamente, lo efímero de nosotros, y lo hermoso que es reconocerlo y compartirlo.


Mi querido Rafa, yo creo que la vida no tiene sentido, que el propio sentido es en sí mismo una construcción humana, un alimento desesperado de la inteligencia para creerse a sí misma. Buscar razones, sentido a la vida, es cegarse a sabiendas. Porque lo cierto, mi Rafa, es que la vida no tiene sentido, por lo menos no más sentido que el mismo vivir. Somos los únicos seres vivos que nos cuestionamos para qué estamos aquí. El resto, sencillamente, vive. Te parecerá una tontería pero siempre que voy a trabajar me detengo a sonreír a un gato que suele estar tumbado sobre un buzón de correos. Descansa con una cara de placer… (si es que los gatos pueden poner caras). Le envidio. Está tumbado ahí porque hace el hierro del buzón se calienta y es cómodo. Creo que no se pregunta si la vida tiene sentido, y creo que tampoco es feliz porque no tiene sentimientos (a pesar de que me costara una discusión con Sergio), sencillamente vive. Nosotros no podemos existir sin más. Los seremos humanos necesitamos razones, causas, motivos… como necesitamos oxígeno. Pero siempre he creído que la felicidad de los humanos, la mayor que conozco, a la que aspiro alguna vez, es aquella que se puede encontrar en los versos de Machado. Es una felicidad clara y limpia como los campos de castilla que tanto amó. En sus versos, habla del hombre como “una bestia paradójica, un animal absurdo que necesita lógica”, pero también dice, y a ésta me refiero, “y en todas partes he visto gentes que danzan o juegan, cuando pueden, y laboran sus cuatro palmos de tierra”. Rafa, yo cada vez tengo más claro que ahí radica el sentido de vivir. No hay razones superiores, no hay causas últimas, sólo hay la vida, la propia vida. Y sobre todo, sobre todo, la vida que compartimos con otros.


Me decías que te daba pena que hubiera tomado las uvas así… ¡Pero estabas tan equivocado! Rafa por primera vez en mi vida empiezo a comprender que hay un sentido en la vida, y además empiezo a creerlo. Y ese sentido no tiene razón si no es por la gente que quiero. Sabes que daría todo lo que poseo, todo lo que soy, por ti, porque sé que tú harías lo mismo. Y ése es mi sentido de la vida. No me refiero a la entrega ciega, a la lealtad por decreto, ni nada de esas tonterías. Me refiero a sentir que vivo acompañado, que cuido y me cuidan, que quiero y me quieren. Recuerda lo que decía Goytisolo, y que tú mismo me lo leíste “Tu destino está en los demás, tu futuro es tu propia vida, tu dignidad es la de todos”. Si lo dejo todo porque quizás alivie algo de tu sufrimiento, me siento feliz por querer tanto a alguien como para estar dispuesto a hacerlo. Rafa, la vida no nos necesita, y toda lucha contra ella, toda negociación, toda claudicación, es en sí un absurdo, una ira contra el océano. Porque la describamos no la hacemos más precisa, aunque quizás sí más bella. Porque la estructuremos no la hacemos más segura, pero quizás sí más cómoda.


El día anterior José me había dicho que iba a ser padre. No hace falta la paradoja, tú ya me entiendes. Este tren no cesa, y yo por lo menos no voy a salar mis campos en la retirada ni incendiar mis ciudades. Carpe Diem no significa vivir hasta la extenuación, como este tiempo atropellado y egocéntrico nos intenta hacer creer (o consumir, que ya es lo mismo). Carpe Diem significa vivir el presente, aceptarlo con humana humildad pero intentado ser plenamente feliz cuando haya razones, y plenamente triste cuando también las haya. No hay que huir de la tristeza, como no huimos de la alegría. Todo es camino, y lo vamos a recorrer de igual manera. La voluntad, Rafa, es como una vela que orientamos frente a un viento incesante. Podemos ir más rápido o más lento, más firme o más inestables, pero ninguna vela dominará el viento.


Me despido con otros versos de Machado y Goytisolo. “¿Dices que nada se crea? No te importe, con el barro de la tierra, haz una copa para que beba tu hermano”. Y sobre todo, Rafa, sobre todo…



Recuerda, recuerda, recuerda lo que un día yo escribí pensando en ti, como ahora pienso.



6 comentarios:

Anónimo dijo...

No hay persona mas amable que el. Te lo dice alguien que lo conocio. Ojala hubieramos hecho amistad, daba la impresion de ser de esa gente que siempre esta ahi.
El no se acuerda de mi, me conocia a traves tuya y cuando tu y yo nos enfadamos se perdio el contacto. Yo estaba maravillado por la forma en la que me trataba y como aguantaba estoicamente tus ironias haha. Rafa, mucho animo

Anónimo dijo...

Está bien , no suelo escribir aqui pero la verdad es que me he emocionado..Es tan bonita la amistad que teneis , tan fuerte y sólida que a veces no puedo más que admirarla. Rafa es alguien que me ha costado un poco conocer y solo con el tiempo he podido darme cuenta de toda su humanidad , su increible generosidad, y contigo Javi , tengo la impresión de que nadie mejor podría estar a tu lado , que sois la unión de cosas muy extremas que al final se tocan .
Solo espero Rafa , que sea lo que sea ,pase rápido y te haga más fuerte , por que creo en tí y sabes que estoy aquí para lo que pueda.
Sergio
(y me ha encantado lo que has escrito Javiiiiiii , siempre me sorprendes , por cierto , sí, ya hablaremos lo de la descerebración del gato)

Anónimo dijo...

Recuerdo una noche caminando por los bordes del rio tu yo y rafa hablando de lo que cualquier cosa. me cuesta decirlo, pero os echo de menos, algun dia dare el paso y os llamare

Javitxu dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Anónimo dijo...

Lo leí el otro día y no pude escribir nada, aun tenía esperanzas de un final mejor... Ahora sé que el final es el que es. No podía ser de otra manera... sólo que no me lo esperaba tan pronto.

Ha tenido una gran vida, como me decía Javi en la plaza de la virgen, es un final digno. Yo diría más, es un gran final... para mí es mi pequeño gran heroe.
Gracias por todo lo que nos has dado, trabajando tanto y tantas horas. Es cierto que los malos momentos se olvidan, cuando pienso en él sólo pienso en amor.
Ahora disfrutaré de lo que me quede estar con él.

Gracias a todos.
Gracias Javi

Anónimo dijo...

Rafa, aunque a veces sea un poco cínico, solo por el cariño que nos une con Javi te tengo más aprecio del que imaginas, espero que entre tu tristeza asome la alegría.

Estoy seguro que estarás ahí, a su lado, dándole cada capricho, alegre, demostrándole todo el cariño que le tienes, recordando esos momentos que ahora recuerdas, quizás el tenga otros que compartirá contigo, secretos que nunca te había contado, con la oportunidad de demostrarle que cuando aun estés aquí, cuando el se vaya, estarás aun más fuerte, capaz de seguir adelante. Javi siempre dice que eres muy bueno, por eso se que sabrás arroparle y estar a su lado.